Desperdiciar comida no está de moda en España ni en el mundo y está mal visto. Sin embargo, para muchos establecimientos de alimentación y hostelería, deshacerse del excedente al final del día, a veces, resulta inevitable. Too Good To Go, una empresa de impacto social, surgió como respuesta a este problema global: a través de su aplicación móvil, conectan a usuarios con una amplia variedad de comercios de alimentos, ofreciendo packs sorpresa con el excedente diario a precios muy reducidos que permiten un ahorro de hasta el 70%. Así, buscan que toda esa comida no consumida se salve y contribuya a combatir el desperdicio alimentario.
El 29 de septiembre se celebra el Día Mundial contra el Desperdicio de Alimentos, una jornada para concienciar sobre la importancia de combatir el desperdicio alimentario. Este día busca sensibilizar a la población sobre la necesidad de adoptar medidas responsables en la gestión de alimentos, desde la producción hasta el consumo. En un contexto donde los precios están en constante aumento en España, son cada vez más los usuarios que buscan opciones para ahorrar al llenar sus carritos de compra, por ello, Carlos García, responsable de Prensa y Comunicación de Too Good To Go en España y Portugal, revela a ‘NoticiasTrabajo’ cómo la aplicación supone una gran ayuda para “ahorrar y generar un impacto positivo sobre el planeta”.
Consecuencias directas
Puede resultar complicado imaginar todo lo que se desperdicia cuando se tira comida a la basura. Un sinfín de recursos echados a perder: desde el tiempo que ha empleado el agricultor en cultivar ese alimento, hasta la propia pieza de comida que termina desechada. Por supuesto, esto se ve reflejado en la economía. “Se calcula que, a nivel global, el desperdicio alimentario supone el coste de 1,2 billones de dólares”, revela Carlos García acerca del impacto que puede generar esta práctica, potenciando Too Good To Go como solución “en la que todas las partes salen ganando: el establecimiento no tiene que tirar comida y reduce las pérdidas económicas que le hubiera supuesto al final del día, y el usuario consigue comida de calidad a un precio mucho más económico”.
Un total de 2.500 millones de alimentos se desperdician cada año, lo que equivale a más de un tercio de toda la comida producida a nivel mundial. Esto acarrea consecuencias sociales, económicas y medioambientales.
Sociales
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recuerda que una de cada nueve personas se acuesta cada día con hambre (2022). Sin embargo, la cruda realidad es que cerca del 40% de los alimentos producidos a nivel global se desperdician, una cifra escalofriante según el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, 2021). Una práctica que agrava la desigualdad y la inseguridad alimentaria, a la vez que exacerba la presión sobre los recursos naturales, reflejando una falta de conciencia sobre la responsabilidad colectiva de distribuir los recursos de manera justa y sostenible.
Económicas
La economía también se ve reflejada en los efectos del desperdicio alimentario, representando pérdidas de recursos valiosos, desde la inversión en producción y distribución hasta la energía, el agua y la tierra utilizados en el proceso. Además, las familias también sufren el peso económico del desperdicio, ya que gastan dinero en alimentos que nunca se consumen. Asimismo, las empresas de alimentos enfrentan costes de producción adicionales, pérdida de ingresos y reputación, lo que puede afectar a su viabilidad financiera y competitividad en el mercado.
Medioambientales
“El 10% de todas las emisiones globales de efecto invernadero están siendo producidas por el desperdicio alimentario”, apunta Carlos García. Y es que cuando los alimentos se descartan y terminan en vertederos, generan una enorme cantidad de residuos orgánicos que emiten gases de efecto invernadero, como el metano, un gas que es hasta 28 veces más potente que el dióxido de carbono en términos de calentamiento global. Además, el impacto en la biodiversidad es notable, ya que la producción de alimentos implica la conversión de hábitats naturales en tierras agrícolas, contribuyendo a la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo.
El impacto en cifras
Too Good To Go ha conseguido consolidarse en 17 países de Europa y Norteamérica, siendo una comunidad de más de 81 millones de usuarios y más de 140.000 establecimientos, gracias a los cuales se ha conseguido salvar más de 250 millones de packs de comida. Y en cuanto al 2023, Carlos García asegura que “se ha registrado un incremento del 25% de usuarios salvando comida a través de la aplicación, y un crecimiento del 33% de pack salvados”.
Su implantación en España
En España, la aplicación que salva comida, comenzó su andadura en septiembre de 2018 con un equipo de 10 personas y a día de hoy ya superan las 130. “En la aplicación ya son más de 6 millones de usuarios y más de 18.000 establecimientos que luchan cada día contra el desperdicio alimentario”, señalando el gran impacto que se ha generado, ya que “se ha conseguido salvar más de 15 millones de packs de comida, lo que equivale a haber evitado el desperdicio de más de 15.000 toneladas de alimentos en 5 años”.
Too Good To Go lo tiene claro: en 2025 tiene que haber más de 250 millones de personas concienciadas en torno a esta problemática, y se hayan podido salvar hasta 1.000 millones de packs de comida. Así, Carlos García confiesa a ‘NoticiasTrabajo’ que quieren “seguir trabajando para llegar a más lugares con campañas y acciones de concienciación para empoderar a usuarios y empresas, contribuyendo a la consecución del ODS 12.3, que establece la meta de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030”.
La cruda realidad que alienta a la acción global
Ante esta realidad, surge un potencial transformador: si se logra rescatar solo una cuarta parte de la comida que actualmente se pierde o se desperdicia en todo el mundo, se podría alimentar a las 828 millones de personas que padecen hambre en el planeta (FAO, 2022). Afortunadamente, el movimiento global contra el desperdicio alimentario está cobrando fuerza, tanto en los consumidores, que cada vez apuestan más por combatir estas prácticas, como en el ámbito político, donde la COP27 del año pasado marcó un hito al incluir, por primera vez, esta problemática en su agenda.
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