Después de que el Banco Central Europeo, BCE, rebajase la euforia del Gobierno, ahora le ha tocado el turno al Banco de España. El banco central nacional ha anunciado que da marcha atrás en sus previsiones iniciales, de las que se inspiró el Ejecutivo, para la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2022 y en los que se proyectan previsiones demasiado halagüeñas, según los expertos en economía.
Concretamente, los PGE mostraban una crecida del Producto Interior Bruto (PIB) del 6,3% para 2021 y del 7% para 2022. Ya muy lejos del 5,6% para este año y del 6% para el que viene, y aún más tras la “significativa revisión a la baja” que anunció el gobernador del BdE, Pablo Hernández de Cos, en el análisis oficial en el Congreso del libro amarillo que contiene los puntos cardinales de los PGE.
Estas nuevas previsiones, después de que el PIB de este tercer trimestre , con un 1,1%, no se viera incrementado hasta los 2,8% esperados a pesar de los esperanzadores síntomas de mejoría del verano con la aceleración en el proceso de vacunación, no saldrán a la luz hasta finales de diciembre. Además, aprovechó para poner el foco en el comercio exterior, reflexionar sobre el modelo energético, así como el de las pensiones.
Riesgo de incumplimiento de los PGE 2022
Por encima del consenso de los expertos analistas. Así ha calificado las proyecciones de crecimiento gubernamentales que se han incluido en los Presupuestos del año que viene, que, en palabras de de Cos, corren el riesgo de verse incumplidos. No tanto en materia de expectativas de ingresos, en las que coincide con las del Ejecutivo, si no que esa esperanza desbordada de aumento del PIB puede acarrear un efecto dominó que acabe desnortando la hoja de ruta económica.
La primera curva ya se ha presentado en forma de socavón a la recaudación, con 3.000 millones de euros menos de recaudación tras las modificaciones de los impuestos del pasado año. El comodín al que se agarra el Gobierno, por tanto, son el menor déficit previsto y la también menor ejecución de las inversiones y, sobre todo, “una cantidad de inversión financiada por la UE que no tiene precedentes” y sobre los que duda su correcta ejecución.
“Recuperación incompleta” de la pandemia
Mientras a la generalidad de la zona euro solo le restan por recuperar 2,5 puntos del PIB de la crisis de la pandemia de coronavirus, a España aún le faltan 8,4 puntos. La recuperación camina a paso firme, pero no agigantados, como hace ver el Gobierno. Mientras quedan ya pocos ERTE activos, el empleo se acerca a su recuperación completa, pero sectores como la hostelería, el turismo o las aerolíneas se encuentran todavía un 20% por debajo respecto al umbral de actividad prepandémico.
También ha puesto el interrogante sobre la capacidad de gasto de los hogares y la inflación, temporal pero notable. La factura de la luz más cara de la historia tampoco se ha ido sin mención particular. Para de Cos, solo un 10% de aumento de aumento prolongado, mucho menos de lo actual, generaría tres décimas de desplome del PIB. Propone apoyar a los colectivos más vulnerables y darle una vuelta al modelo energético.
Apoyo fiscal selectivo y temporal
Sin esta política, centrada en reflotar a las empresas y sectores más dañados, no se podrán corregir las cuentas públicas a medio plazo y, consecuentemente, la deuda pública se enrocará sobre el 115% del PIB. A ello contribuye el aumento del gasto estructural durante la pandemia y el desgaste en el comercio exterior, sobre todo en la industria y la comercialización de materias primas y costes intermedios. Hay poca oferta y mucha demanda, y eso está provocando cierres como las plantas de automóviles.
Mejorar la eficiencia del gasto público
“Se dedica menos que en el resto de Europa a educación e inversión, que son determinantes en la evolución del crecimiento”, ha subrayado de Cos al respecto, abogando por la eficiencia, tanto en el sistema tributario, como en la inversión, que superará a los de niveles prepandemia un 19%. Un aumento que se compensará reduciendo las transferencias a las autonomías. En cuanto a las pensiones, instó a no encadenar el gasto a la inflación, que viene condicionada por el exterior, y minaría la competitividad. Por ello, tras la vuelta al IPC como revalorizador, sugiere aumentar el esfuerzo para compensar.
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