Los videojuegos han dejado de ser un simple pasatiempo a convertirse en una industria millonaria que forma parte del día a día de los niños gracias al móvil. Lo que antes se jugaba en una consola, ahora está al alcance de cualquiera con un toque en la pantalla. Muchos de esos juegos son gratuitos, pero esconden sistemas de pago que podrían fomentar la adicción.
Cada vez que el jugador quiere avanzar o conseguir una mejora, debe pagar, a menudo sin darse cuenta de cuánto gasta. Así, muchos menores acaban gastando miles de euros sin entender realmente el valor del dinero. Y en algunos casos, el resultado puede ser devastador. En China, el año pasado, una niña de 13 años dejó la cuenta bancaria de su familia reducida a seis céntimos tras gastarse casi 60.000 euros en videojuegos y compras dentro de aplicaciones móviles.
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La historia salió a la luz cuando la profesora de la menor alertó a la madre por el tiempo excesivo que la niña pasaba con el móvil. Al revisar la cuenta familiar, la mujer descubrió que solo quedaban 0,5 yuanes (unos seis céntimos en euros). Durante cuatro meses, su hija había realizado cientos de pagos: 15.000 euros en juegos completos, más de 27.000 euros en compras dentro de las apps, y miles más en regalos a compañeros de clase.
“Cuando me pidieron que les pagara sus juegos, lo hice aunque me daba pena”, confesó la joven en una entrevista en la televisión local Elephant News. Explicó que sus compañeros la presionaban para que les comprara contenidos digitales y que temía contar la verdad a sus padres o a la profesora.
Cómo una menor pudo vaciar la cuenta bancaria de sus padres
La niña accedió a la cuenta bancaria de una forma muy sencilla. Encontró la tarjeta de débito de su madre, conocía la contraseña y la vinculó a su teléfono móvil. Desde ese momento, tenía vía libre para gastar el dinero familiar. Para no ser descubierta, eliminaba regularmente los registros de las transacciones, lo que permitió que el fraude doméstico durara meses.
Este suceso aún sigue generando debate por la magnitud del gasto y por la facilidad con la que una menor pudo vaciar los ahorros familiares. La familia Wang ha intentado recuperar el dinero contactando con las plataformas implicadas, aunque solo ha logrado una parte.
Un modelo diseñado para enganchar
El caso ha encendido las alarmas sobre el modelo de negocio de los llamados juegos free to play, que se descargan gratis, pero incentivan el gasto constante mediante recompensas exclusivas, personajes especiales o mejoras temporales.
Los micropagos, una de las fórmulas más rentables del sector, se han convertido también en una de las más polémicas. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en España y la Organización Europea de Consumidores (BEUC) llevan años alertando de “prácticas dudosas” por parte de algunas plataformas que inducen al gasto impulsivo, especialmente en menores.
Según la OCU, el gasto medio en compras dentro de videojuegos ha subido a 39 euros al año, seis más que antes de la pandemia. Detrás de esa cifra, explican, hay millones de pequeños pagos que suman fortunas y una estrategia deliberada para generar dependencia emocional y económica en los jugadores.
Debate social y falta de control parental
En redes sociales, la historia dividió a la opinión pública: unos culparon a los padres por la falta de supervisión, mientras que otros apuntaron directamente a las compañías de videojuegos por diseñar sistemas adictivos que escapan al control familiar.
Los expertos coinciden en que la educación digital y los controles parentales son insuficientes. Muchos padres no conocen las opciones de bloqueo o restricción de compras en los dispositivos móviles, lo que deja la puerta abierta a que los menores accedan al dinero familiar con unos pocos clics.
En el caso de los iPhone o iPad, los especialistas recomiendan vincular solo tarjetas prepago, activar los controles biométricos (Face ID o Touch ID) y mantener las notificaciones bancarias activas. En el caso de la niña, llegó a desactivar los avisos del banco para no levantar sospechas.