Taylor Humphrey (37 años) cobra más de 25.000 euros por poner nombre a bebés ricos: “es mucho más complejo de lo que la gente cree”

Siempre había tenido una obsesión por los nombres y, mientas se recuperaba de una enfermedad, su popularidad en redes sociales se disparó.

Taylor Humphrey (37 años) cobra más de 25.000 euros por poner nombre a bebés ricos: “es mucho más complejo de lo que la gente cree” |San Francisco Chronicle
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Entre la viralidad y la extravagancia, Taylor Humphrey, de 37 años, ha convertido lo que parece una excentricidad en un trabajo real. Esta influencer y empresaria ha transformado la ansiedad parental en un servicio de lujo, cobrando hasta 30.000 dólares (más de 25.000 euros) por encontrar el nombre perfecto para los hijos de familias adineradas. Una profesión que no pasa indiferente y por la que ha sido objeto de burlas de forma reiterada. 

“Es un poco vergonzoso que se burlen de ti en Internet”, confiesa Taylor, añadiendo que “al mismo tiempo, pienso: ‘Bueno, es una tontería’. Me gano la vida inventando nombres para bebés”. Residente de San Francisco, todo empezó cuando, hace 10 años, comenzó a subir contenido en redes sociales sobre su obsesión por los nombres de bebés, buscando distraerse de uno de los periodos más sombríos de su vida.

Esa ‘terapia’ le ha hecho tener 100.000 seguidores entre TikTok e Instagram y lo más importante: una cartera de clientes en constante expansión de más de 500 nombres de niños que ha ayudado a seleccionar. Y no es baladí, porque si se trata de elegir un nombre “a medida”, el servicio cuesta hasta 30.000 dólares (sobre 25.577,19 euros).

Taylor es una de las 12 consultoras de nombres que trabajan en Estados Unidos, mostrando la importancia de lo que se ha llamado “branding infantil”. En su caso, se trata de un trabajo a tiempo completo, que consiste en guiar a los futuros padres en el proceso de elección del nombre. Sobre sus clientes, según ha contado al San Francisco Chronicle, tiene desde celebridades de alto perfil hasta ricos anónimos

“Este trabajo es mucho más complejo de lo que la gente cree”

Además de mostrar nombres en sí, Taylor Humphrey explica que ofrece servicios adiciones, como una investigación genealógica diseñada para descubrir antiguos apellidos familiares e incluso un grupo de expertos para debatir las mejores opciones de nombres. De hecho, en su propia web señala que los únicos límites son “tu propia imaginación”.

Actualmente, cuenta con lista de espera, al tiempo que afirma que las peticiones de sus clientes se han vuelto más exigentes. El nombre “perfecto” debe ser casi siempre poco común, pero sin resultar extraño; sencillo, pero sin ser básico; y moderno, pero sin ser una moda pasajera. “Todo el mundo tiene muchas opiniones sobre lo que hace que un nombre sea bueno”, expresa una de sus clientas, indicando que “a veces puede ser difícil filtrar todo ese ruido”.

Taylor, al citado medio, también explica que en ocasiones hace más de mediadora o terapeuta que como una persona encargada de poner nombres a bebés. “Este trabajo es mucho más complejo de lo que la gente cree”, agregando que “a veces recibo llamadas de clientes que son tan urgentes que tengo que dejarlo todo y ayudarles inmediatamente”.

¿Cómo se puede dar esta urgencia? Al parecer, hay parejas d padres que, llegado el momento del alta voluntaria en el hospital (tras el parto), no han conseguido elegir un nombre en común, debiendo alargar su estancia hospitalaria, al no poder formalizar el registro, y con ello pagar más por la factura médica.

El arrepentimiento por el nombre elegido

Humphrey asegura que aproximadamente la mitad de sus clientes están luchando contra algún tipo de arrepentimiento por el nombre elegido. Por ello, publicó en otoño de 2023 un libro electrónico de 15 páginas titulado “Baby Name Mourning” (“El duelo por el nombre del bebé”).

Exponiendo un caso real, en 2019, después de que una pareja le dijera que querían llamar a su hija Ayla, les convenció para que utilizaran la grafía más común, Isla. Un año más tarde, mientras veía un vídeo en Instagram de la fiesta del primer cumpleaños de la niña, Humphrey vio otro nombre escrito en un tablero de letras: AYLA. “En ese momento se me encogió el corazón”, relata. “Pensé: Vaya, esta vez no lo he conseguido. En realidad, no les hice caso”, reconoce.

Un caso con el que aprendió la lección y, desde entonces, da prioridad a las preferencias de sus clientes. A través de unos exhaustivos cuestionarios, obtiene un profundo conocimiento de la personalidad, los intereses y los gustos y aversiones de los padres en materia de nombres. Por unos 200 dólares, les envía por correo electrónico una larga lista de recomendaciones de nombres seleccionados, con el significado, el origen, las variantes ortográficas, la historia de popularidad e incluso la “vibración” de cada nombre.

Partiendo de esta base, cuanto más personalizada sea la orientación, y más involucrada esté, más alto es el precio. En este sentido, seña que el paquete de 30.000 dólares puede durar varios meses e incluye el apoyo de genealogistas profesionales y gestores de marca. Aunque, al principio, no tenía ni idea de cuánto debía cobrar por ese trabajo que estaba creando.

“No tenía ni idea de cuánto cobrar por algo así”

En sus inicios, en 2018, Humphrey tenía una tarifa fija de 100 dólares. Tres años antes, había creado su cuenta de Instagram ‘Whatsinababyname’ solo para compartir su pasión con otros y ayudarse a sí misma a superar un momento difícil. Tras varios empleos temporales, tuvo que dejar de trabajar debido a una enfermedad autoinmune que le diagnosticaron.

Mientras se recuperaba en su casa y acudía a diferentes médicos, su presencia en las redes sociales se disparó. Sus seguidores comenzaron a enviarle mensajes para pedirle ayuda para poner nombre a sus bebés. “No tenía ni idea de cuánto cobrar por algo así”, explicando que “ni siquiera sabía por dónde empezar”.

Todo cambió en febrero de 2022, durante una cena exclusiva llena de inversores de capital riesgo, cuando un amigo la animó a explicarle a esos inversores que su paquete inicial de nombres para bebés costaba 1.500 dólares. Al contrario de lo que podría parecer, no se inmutaron. Dos meses, la revista New Yorker publicó un perfil sobre ella, con sus precios, que rápidamente se hizo viral.

“Tuve que aceptar el hecho de que la gente suele encontrarme a través de contenidos que se burlan de mí”, indica, si bien ahora ha decidido ofrecer paquetes de nombres más baratos con la esperanza de ampliar su base de clientes más allá de las familias adineradas. “Lo hago porque creo que el trabajo que hago es realmente importante”, concluye.

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