España será un horno los próximos días. Tal y como avanzó la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), el miércoles y el jueves se alcanzará el cénit de la tercera ola de calor que azota España en lo que va de año. Se espera que los termómetros marquen cifras cercanas a los 42 grados centígrados en gran parte de la geografía española. El aire acondicionado y los baños en mar o piscina se convierten en los métodos más populares para aquellos que puedan. Aunque no son los únicos.
Los métodos tradicionales para soportar las altas temperaturas parecen pasar desapercibidos. Si abanico y sombrilla aún siguen visibles en las calles, el botijo se mantiene en un segundo plano, en casa de los más veteranos en los pueblos o simplemente como adorno. Esta forma de mantener el agua fresca no parece ser elegida por el suficiente número de personas como para que los negocios que se dedican a su fabricación sobrevivan.
Aunque parecieran en peligro de extinción, el Ministerio de Consumo ha detectado en los últimos años un aumento en la compra de estas piezas. Sin embargo, el motivo real, apunta, no es tanto el de una pura inclinación positiva a utilizar esta forma de mantener el agua fresca, si no el de la moda retro o vintage o la cierta nostalgia. El caso es que el botijo vuelve a erigirse como un aliado inesperado frente a las altas temperaturas.
El efecto botijo: ¿por qué enfría?
Lejos de la problemática y el debate asociado a los costes económicos y ecológicos del funcionamiento del aire acondicionado, la función del botijo es tan simple como eficaz. De ahí, el dicho, que acota perfectamente su funcionamiento: “eres más simple que el mecanismo de un botijo”. ¿Cómo funciona un botijo?
“Los botijos preparados para el agua son porosos y, lo que hacen es mantener el agua fresca. Esto hace que no se beba a temperatura ambiente, como un caldo, pero que tampoco sea fría y que dañe la garganta”, explica Vicenta Hernández, gerente de una de las últimas tiendas especializadas en botijas en España, ubicada en Salamanca.
Los botijos tradicionales para mantener el agua fresca están fabricados utilizando arcillas del lugar preparadas por moliendas y cribado, y cocidas en horno de leña para conferir una porosidad adecuada. Una morfología que tiene su fecha hace 5.500 años, en Mesopotamia, cuando ya los usaban. Su particular estructura, que mantiene fría el agua gracias a la evaporación del agua por el barro poroso, funciona de forma similar al mecanismo de la sudoración humano.
El agua que sale por el barro se lleva también parte de la energía almacenada dentro, rebajando la temperatura del interior. Además, por aquello de la radiación solar, suelen llevar colores claros, lo que le permite, en un entorno seco, mantener fría el agua sin más, a pesar de estar expuesto al sol.
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