La convivencia en los hogares españoles entre padres e hijos adultos cada vez es más frecuente. La edad en la que los hijos abandonan la casa familiar ronda los 30 años en España y entre los 25 y 34 años de media en Europa. Un hecho que está perjudicando la salud y bienestar de los progenitores, especialmente de madres, según las conclusiones de un estudio basado en la Encuesta Financiera de las Familias, realizada por el Banco de España.
El alto precio de los alquileres y el difícil acceso a una hipoteca que permita tener una vivienda para independizarse son algunos de los factores que juegan en contra de los jóvenes adultos para irse de casa de sus padres. Además, en el caso de que logren hacerlo, en los últimos años se está produciendo lo que llaman ‘hijos boomerang’ que son aquellos que se van, pero después vuelven porque no pueden sostenerse económicamente.
El peso de la convivencia entre hijos y padres: ventajas y desventajas
Según la Encuesta Financiera de las Familias, “la convivencia de progenitores de 50 a 75 años con hijos mayores de 30 años en el hogar familiar, tiene un efecto adverso en el bienestar especialmente de las madres, y sobre todo si los hijos son hombres”. En realidad, esto puede conllevar ventajas y desventajas.
Entre las primeras, los padres pueden beneficiarse de una vida social más activa, salir más y estar cuidados por sus hijos. Sin embargo, las desventajas son importantes, tanto a nivel económico como emocional. Se ha comprobado que los progenitores muchas veces deben cubrir las necesidades económicas de sus hijos, generando mayores gastos y un descenso en el nivel de vida.
Cuanto mayores son los hijos peor para las madres
La presencia de hijos adultos en el hogar va en contra de las expectativas que tienen sus padres sobre el paso a la edad adulta. Esto les genera frustración y ansiedad, que aumentan cuánto más años tienen los/as hijas/os. Además, el bienestar de la madre se vería más perjudicado que el del padre.
Según un artículo publicado en Social Science & Medicine, esto es así porque "las madres tienden a responsabilizarse más de mantener los lazos familiares, cuidar de otros miembros del hogar y realizar una mayor parte del trabajo doméstico. En estas circunstancias, parece plausible que el peso de la carga de la convivencia con hijos adultos recaiga más sobre ellas".
Mayores de 30 años y varones: los que más efecto negativo generan
La encuesta realizada concluye que convivir con hijos mayores de 30 años es negativo para el bienestar de los padres. Por el contrario, si tienen menos de esa edad no parece mostrar ningún problema. Además, para las madres, el efecto negativo en su satisfacción de vida, aumenta si se trata de hijos varones frente a si son mujeres, algo que no tiene ningún impacto para las progenitoras. La frustración y la ansiedad en los padres aumenta cuanto más edad tienen los hijos con los que conviven.
Otra de las desventajas para los progenitores es que la convivencia con hijos mayores impide que las relaciones del matrimonio mejoren y los padres encuentren un nuevo equilibrio en su relación. No pueden disfrutar de esta etapa de la vida, en donde encuentran nuevos pasatiempos y actividades, lo que sería lógico al tener ya hijos adultos.
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