Iván tiene 23 años y acaba de ser despedido de la empresa en la que llevaba trabajando desde los 17. Seis años de experiencia que terminan, según explica, por defender a sus compañeros, respetar sus valores y exigir respeto hacia su propia persona. Su testimonio, compartido a través de un vídeo en TikTok, pone voz a una situación que, como él mismo señala, se repite en muchas empresas, cuando alguien alza la voz en defensa de sus compañeros, y esta denuncia acaba teniendo consecuencias.
“Me han despedido de la empresa en la cual llevaba 6 años trabajando. Fue provocado por mi parte por defender a mis compañeros, respetar mis valores y el respeto hacia mi persona”, comienza explicando Iván. El joven reconoce que, por su edad y circunstancias, puede afrontar este despido con cierta tranquilidad. “Yo tengo 23 años, a mí me da igual. Por suerte tengo estudios, mucha experiencia y me lo puedo permitir”, afirma. Pero rápidamente desplaza el foco hacia quienes no tienen esa misma red de seguridad.
“Pero, ¿sabéis a quién no le daba igual?”, plantea Iván, antes de señalar a “todos esos buenos empleados que, por desgracia en sus casas tienen malas situaciones o dificultades”. Trabajadores que, según denuncia, son utilizados por la empresa “como han podido” hasta “exprimirlos al máximo”, para después hundirlos o directamente “mandarlos a la calle”.
“Los peligrosos no están en la calle, son los que llevan traje y corbata”
La crítica de Iván va más allá de su caso personal. “Lo de esta gente no tiene nombre”, afirma, dejando claro que no se trata de una excepción. Consciente de que estas prácticas se repiten en muchas empresas, lanza una reflexión que ha tenido un fuerte impacto en redes sociales. “Como sé que pasa en muchas empresas vengo a deciros que los peligrosos no están en la calle, son los que llevan traje y corbata”.
El despido también ha tenido consecuencias en su forma de ver el futuro. Iván explica que dejó de estudiar hace unos años, pero que vivir de cerca estas situaciones le ha devuelto las ganas de formarse. “Yo dejé de estudiar hace unos años, pero por culpa de ver estas desgracias me han dado ganas de estudiar porque lo único que siento es rabia”, confiesa.
Esa rabia se convierte en una decisión clara: prepararse para tener más opciones. “Por lo menos en un futuro, cuando tenga más responsabilidades y dificultades, poder elegir”, señala. Aunque aclara que ya ha encontrado otro empleo, no quiso quedarse al margen. “Por suerte, yo ya estoy en otro sitio, pero vengo a poner mi granito de arena por si os está pasando”, explica.
Su mensaje final es directo y sin rodeos, dirigido a quienes puedan estar atravesando una situación similar, que “os hagáis respetar y cambiéis de ambiente si es posible”. Un testimonio que vuelve a poner sobre la mesa una cuestión incómoda en el ámbito laboral: el precio que muchos trabajadores pagan por defender a sus compañeros y denunciar lo que ocurre dentro de las empresas.