Tener un taller mecánico era, hace años, un negocio donde nunca faltaba trabajo porque, como se suele decir, “todos los coches se averían”, independientemente de la marca o el modelo. Ahora, tras las puertas de muchos talleres, se esconden historias de sacrificio personal, en las que autónomos han tenido que dejar mucho atrás para poder sacar adelante su negocio.
Así lo muestran varios mecánicos en el canal de YouTube de Eric Ponce, que se ha adentrado en este oficio para entender cómo se sostiene un sector clave para millones de conductores. Todos comparten la misma visión: inversiones iniciales que pueden superar los 200.000 euros, interminables horas de trabajo y una presión fiscal que muchos consideran “asfixiante”. Como confiesa uno de los entrevistados: “Si quieres abrir algo con cara y ojos, puedes hasta arruinarte”.
“Cada vez que viene un tío con una carpeta me meten un sablazo de 3.000 euros”, denuncia un propietario, que recuerda cómo incluso tuvo que rehipotecar su casa para mantener abierto el taller. La ausencia de ayudas públicas contrasta con la facilidad con la que, según critican, otros negocios sin licencia operan sin apenas controles. “Aquí se ahoga al pequeño negocio”, lamenta otro entrevistado, que también ha trabajado en el extranjero y asegura que en países como Alemania “es muchísimo más fácil emprender”.
Sacrificios personales
Uno de los aspectos más duros y “emotivos” del reportaje es el coste personal que supone mantener un taller. Con jornadas laborales de 12 y 14 horas, con sábados y domingos incluidos, se convierten en rutina para muchos de los entrevistados. “Mira qué hora es y yo empiezo a las 6 de la mañana cada día, decir cada día. Días de llegar a las 10, 10:30, alguna noche hasta pasada las 10:30 de la noche, llegar a casa”, explica uno de los protagonistas, no siendo el único.
“Me arrepiento de no haber estado con mi familia. He tenido dos hijos y la baja de paternidad fue de dos días”, confiesa un mecánico, visiblemente emocionado.
Impagos y morosidad
La incertidumbre económica es una de las mayores losas para los talleres en España. Varios mecánicos coinciden en que, durante meses, tuvieron que sostener el negocio con su propio dinero. “Al empezar había que poner entre 3.000 y 4.000 euros cada mes, porque aquí no venía ni el tato”, reconoce uno de los entrevistados, reflejando lo difícil que resulta arrancar y mantener la actividad sin una base sólida de clientes.
El problema no es solo de inversión inicial, sino también de morosidad. Muchos profesionales denuncian que los clientes se marchan sin pagar, y que la justicia no les ofrece protección. “Tengo denuncias puestas a gente que me debe 20.000 euros y andan por aquí sonriendo, como si nada”, explica con resignación uno de los testimonios. Según relatan, los talleres terminan atrapados en un círculo vicioso de facturas impagadas, deudas con proveedores y cargas fiscales que no se reducen aunque no entren ingresos.
Algunos incluso han vivido experiencias extremas, con enfrentamientos y amenazas que van más allá del plano económico. “Que no querían pagar y empezaron a tal… y ya, mi padre. Tuvimos juicio y todo el rollo”, recuerda otro mecánico, que admite que en ciertos momentos la situación llegó a afectar a su familia. “Aquí no hay leyes para obligar a esta gente a pagar este dinero”, sentencia, convencido de que la falta de control y de garantías legales es uno de los principales problemas para la supervivencia de los talleres.
Salarios bajos y altos impuestos
Uno de los temas más repetidos por los mecánicos entrevistados es la dificultad para contratar personal en un sector donde los costes laborales resultan prohibitivos. “No puedes contratar un chaval hoy en día, te supone 3.000 euros al mes”, se queja uno de ellos. La paradoja es evidente, pues mientras el trabajador recibe apenas la mitad en salario neto, el resto se evapora en seguros sociales e impuestos. “Pagas 1.500 a la persona y 500 de seguro, pues cambiaría la cosa. Pero no, pagas mucho más de seguro y todo impuestos que realmente lo que le das a la persona”.
Esta carga fiscal no solo afecta a la contratación, sino también a los propios dueños de los talleres. “La presión fiscal que tenemos aquí en España es enorme, yo pago lo mismo con un empleado que SAT con 7.000”, relata uno de los protagonistas.
La consecuencia inmediata es la falta de relevo generacional. Los jóvenes no encuentran atractivo, un oficio donde la retribución no compensa el esfuerzo. “No hay personal cualificado para reparación automóvil, no hay”, lamentan. A ojos de los mecánicos, la ecuación es sencilla: salarios que no despegan, impuestos desmedidos y una burocracia constante que “te cruje, te cruje” cada vez que intentas crecer.
¿Es rentable tener un taller en plena era del coche eléctrico?
La respuesta de los mecánicos es ambivalente, pues, sí que se puede ganar dinero, pero a costa de un sacrificio personal enorme y con la amenaza constante de la nueva movilidad. “Si haces las cosas medianamente bien, seguro que se puede vivir de un taller”, reconoce uno de ellos. No obstante, advierten de que el sector es cada vez más duro: “Los negocios no van solos, le tienes que meter mucho carbón”.
El coche eléctrico es, para muchos, el mayor motivo de incertidumbre. La mayoría de talleres no está preparada para enfrentarse a su tecnología y lo reconocen abiertamente: “Para vehículos eléctricos no estamos preparados. Podemos hacer neumáticos, frenos, carrocería… pero nada más”. Además, consideran que el modelo actual no es sostenible ni para los clientes ni para los profesionales. “El eléctrico no es lo que nos han vendido. Realmente nos están matando porque esto no es un futuro”.
Esta percepción condiciona cualquier inversión a medio y largo plazo. Los mecánicos aseguran que no se arriesgarían hoy a montar un nuevo negocio desde cero ante la falta de claridad sobre el rumbo del sector. “Si tuviera que invertir a ciento y pico mil euros en esto, lo tendría que ver muy claro y estar muy seguro de que voy a triunfar, si no, no sé”. El temor es claro: que la transición hacia lo eléctrico acabe siendo la puntilla para talleres que ya sobreviven al límite.