Quique, mecánico: “Dormía en la calle y monté mi negocio con 3.000 euros prestados… ahora puedo ganar 15.000 euros al mes”

Este mecánico explica en primera persona cómo es realmente trabajar en la mecánica en España y por qué su modelo “low cost sin letra pequeña” le ha convertido en un referente.

Quique, mecánico |Adrian G. Martín | YouTube
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Siempre hemos pensado que un taller mecánico era un negocio sacrificado pero estable y con el que se podía ganar mucho dinero, ya que “todos los coches se averían”. Pero la realidad es otra muy distinta, por un lado está la falta de mano de obra cualificada y, por otro, una reputación marcada por la desconfianza del cliente. Es el caso de Quique, empresario, que ha levantado un negocio próspero inspirado en métodos de producción de otras industrias.

En este sentido y en una entrevista realizada por Adrián G. Martin, el mecánico cuenta su historial, la cual es de superación y reinvención. “Dormí en la calle, perdí amigos, pareja y familia”, confiesa. Todo cambió en 2015: “Mi madre me prestó 3.000 euros y con eso monté el taller: pagué el alquiler, un elevador y una caja de herramientas”. Desde entonces, su proyecto no ha dejado de crecer y hoy presume de un sistema de trabajo que fideliza a los clientes con precios cerrados y transparencia total.

“Lo más importante de una empresa son sus clientes”, recalca. “Arreglar un coche es fácil; lo difícil es explicar qué le pasa, por qué hay que arreglarlo y por qué cuesta lo que cuesta”. Su apuesta pasa por eliminar sorpresas en la factura y cumplir lo prometido. También por formar un equipo estable: “Yo vivo bien porque tengo dos empresas y un equipo maravilloso. Mis empleados son los que me hacen vivir bien”.

”Puedo ganar más de 15.000 euros al mes”

El dato que más llama la atención es la rentabilidad. “Las cifras pueden estar entre medio millón, 800.000, un millón… y un 20% de rentabilidad neta es un éxito total”, asegura. Con esos márgenes, admite ganar más de 15.000 euros al mes. La clave, dice, está en la compra de piezas y en un volumen de trabajo constante gracias a precios imbatibles. “Traje el low cost a la mecánica… 325 euros cambiar una distribución, me da igual el coche que me traigas. Llevo 10 años haciéndolo”.

Su “fórmula” replica la cadena de montaje de la comida rápida. “Me fijé en McDonald’s: uno hace hamburguesas, otro las envuelve, otro hace patatas. En mi taller, uno solo hace distribuciones, otro embragues, otro aceites, y otro gestiona. Así salen todos los coches cada día”. El reclamo atrae tráfico, pero fidelizar exige cumplir: “Mi low cost no tiene letra pequeña”.

El éxito no ha estado exento de fricciones en el sector. “He recibido mucho hate… reseñas falsas, comentarios en contra. Yo he roto el mercado, lo entiendo, pero me da igual. Lo que me importa soy yo, mi familia y mi equipo”. Sobre los sacrificios, no edulcora: “Trabajé hasta las 12 de la noche, domingos… Al principio mi mujer y yo comíamos una vez al día para que mis hijos pudieran comer”. Y advierte de la responsabilidad del oficio: “Dejando un tornillo flojo puedes matar a una persona”.

La otra gran dificultad es encontrar profesionales. “La juventud no va ni de estudiar ni de trabajar… Este oficio requiere oficio. Aquí no vale decir que sabes; tienes que saber de verdad”. En su equipo presume de ascensos reales: “Juan ganaba 800 euros donde estaba; ahora tiene una vida cómoda”.

El futuro de los talleres con los coches asiáticos y los eléctricos en entredicho

Quique no rehúye los debates de actualidad. “El mercado asiático se ha comido al europeo… Los coches que menos se reparan son japoneses y coreanos”, sostiene. Sobre los eléctricos, es tajante: “Es un engañabobos. Sin puntos de carga ultrarrápidos, esto es política. Tengo más esperanzas en el hidrógeno”. Y alerta de la “piratería” en garajes no regulados: precios bajos sin garantías que “al final salen caros”.

Su reputación, asegura, se basa en la transparencia. “Si te digo que cuesta esto cuando dejas el coche, cuando vienes a recogerlo es lo que cuesta”. Ese enfoque, unido al sistema por tareas y a la compra inteligente de recambios, le ha permitido escalar. “Yo no soy el mejor mecánico del mundo… quizá el más listo, porque he encontrado una fórmula para poder trabajar”.

El consejo final es para quienes sueñan con emprender en oficios tradicionales: “Lo primero es no tener miedo. Sufrirás, pasarás hambre, no dormirás… pero cuando veas que tu sueño se hace realidad, eso es la felicidad”. Vocación, método y palabra cumplida. La receta de un taller que, contra pronóstico, ha convertido la mecánica en un negocio de alto rendimiento.

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