El oro es un valor seguro y ahora, sin lugar a dudas, vive un momento histórico. En los últimos años su valor ha aumentado más de un 57%, y mientras muchos lo ven como un refugio frente a la inflación, pocos conocen lo que hay detrás del negocio de comprar y vender joyas. Adrian G. Martín ha entrevistado a Josep, propietario de uno de los establecimientos de compro oro.
“Durante 15 días el oro no es mío. Si alguien presenta una denuncia, la policía me lo confisca y pierdo el dinero”, explica. En sus 16 años de experiencia, ha gestionado más de 63.000 operaciones, de las cuales, como mucho les habrá intervenido 20, por lo que la clave no está en el margen, sino en saber leer el mercado y vender en el momento justo.
“En 16 años hemos comprado 1,6 toneladas de oro”
Josep comenzó en este sector tras la crisis de 2008, cuando su negocio de reunificación de deudas quebró. “Debía hasta de callarme”, recuerda entre risas. Decidió reinventarse y fundó su primer compro oro en 2010. “El día que abrí había ocho personas esperando en la puerta. En tres años compré 600 kilos de oro”, afirma.
Hoy acumula 1,6 toneladas de metal y más de 64.000 clientes. Su tienda funciona con estrictos protocolos: cada compra se registra en una ficha policial con los datos del vendedor, su DNI, descripción del objeto y transferencia bancaria. Esa ficha se envía a la Policía Nacional, que dispone de 15 días para detectar posibles robos antes de que la transacción sea definitiva.
“Nosotros compramos a quien queremos. Si alguien nos da mala espina, no le compramos”, asegura. Pese al riesgo, afirma que la policía solo le ha intervenido una veintena de operaciones en todos estos años.
Un negocio de márgenes bajos pero alta inversión
A primera vista, el compro oro parece un negocio fácil, pues se compra, se funde y se vende. Pero Josep explica e incide en que la rentabilidad real está en la gestión. Solo en seguridad, entre cristales antibala de 25 mm, ocho cámaras y seguros, gasta miles de euros al mes. “Hoy día es imposible montar uno por menos de 150.000 euros de inversión inicial”, advierte.
El margen es reducido. “Por un lingote, la rentabilidad media ronda el 2%. Este negocio no es de ganar mucho por operación, sino de saber cuándo vender”. Su tienda compra entre 6 y 7 kilos de oro al mes, lo que equivale a unos 500.000 euros de volumen mensual. En su récord, llegó a mover 32 kilos en un solo mes.
A estos gastos se suman los impuestos. “La Agencia Tributaria nos cobra el 4% mensual a cuenta del Impuesto de Sociedades. Solo el mes pasado pagué 20.000 euros. Y como no cobramos IVA, lo recuperamos una vez al año”, explica.
El proceso de tasación también requiere precisión. “El oro no se imanta, así que usamos imanes y pruebas con ácido para determinar su pureza. Si una joya desaparece al aplicar el ácido de 18 quilates, pasamos a 14 o 9. Es una técnica tradicional, pero 100% fiable”, comenta.
El oro de inversión, en cambio, se analiza con aparatos densiómetros y detectores que determinan su pureza hasta el 99,9%. Josep muestra incluso lingotes de 1 kilo valorados en más de 110.000 euros, aunque también existen versiones “curiosas” con 20 pequeños lingotes de un gramo.
La transparencia con el cliente es su norma de oro: “La báscula tiene que estar siempre a la vista. Si la esconden debajo del mostrador, pide tus joyas y vete”.
“Hoy el oro está a 74 euros el gramo; cuando empecé pagaba 16”
El negocio ha cambiado mucho desde sus inicios. En 2010 pagaba el gramo de oro a 16 o 17 euros; hoy lo paga a 74. “Aquí gana quién sabe esperar. Si vendes cuando el mercado sube, puedes ganar un 30 o 40%. Pero también puedes perder si baja”, admite.
El secreto, dice, está en entender el mercado. Su tienda trabaja con una refinería entre Suiza y Austria, donde vende el oro una vez finaliza el plazo legal. Los precios se actualizan cada 60 segundos según el fixing de Londres.
Pese al auge de las inversiones digitales, Josep no teme por el futuro del oro físico. “Si no lo tocas, no es tuyo. El oro siempre es dinero”, sentencia. Cree que su valor seguirá al alza mientras haya inestabilidad geopolítica, inflación y deuda creciente.
En su opinión, el oro seguirá siendo un valor refugio, y los precios podrían alcanzar los 5.000 dólares la onza en los próximos años. “Cuando el oro baja, muchos no aguantan y cierran. Pero los que entienden el mercado sobreviven”, concluye Josep.