Todos hemos fantaseado alguna vez con qué haríamos si nos toca la lotería. Primero, probablemente, liquidar la hipoteca, y los préstamos que tengamos. Después, viajar, comprarnos una casa, irnos de compras sin mirar la cuenta… Todo lo contrario a lo que hizo Steve Thomson, cuya primera reacción ha sido ayudar a un colectivo de personas que verdaderamente lo necesita.
Este albañil de 48 años ganó 105 millones de libras esterlinas en el Euromillones (alrededor de 120 millones de euros) en 2019 y su historia sigue dando la vuelta al mundo por la generosidad de sus actos. Padre de tres hijos, tras ganar la lotería, comunicó a sus clientes que terminaría sus trabajos de forma gratuita.
Pero su altruismo no acaba ahí, sino que simplemente es el inicio. Lo primero que hizo fue comparar un minibús de segunda mano para una organización benéfica dedicada a personas con discapacidad. Y, más tarde, un edificio abandonado en la sede de una organización benéfica que ayuda a jóvenes adultos con discapacidad a vivir, aprender y trabajar.
“La hermana de mi padre tenía una escoliosis lumbar grave, por lo que me educaron para respetar a las personas con discapacidad y tratar de ayudar en lo que pudiera. Cuando tenía 10 años, mi padre Peter empezó a enseñar a nadar a jóvenes con discapacidad todas las semanas. Yo era buen nadador, así que iba con él para echarle una mano, y esto duró un par de años. La bondad de mi padre sembró la semilla de lo que hago ahora”, relata emocionado a ‘Mirror’.
“Es realmente duro y desgarrador escuchar sus historias”
Gracias a la compra del edificio, Steve ha permitido construir un nuevo centro para personas con discapacidad, que incluye una sala sensorial y una cocina de formación y cafetería llamada Boardwalk Cafe. Fundado junto con Hilary Freeborough y Louise Collins, que dirigen Together Our Community (TOC), el centro ofrece a los jóvenes la oportunidad de aprender a cocinar y desarrollar habilidades en el ámbito de la hostelería.
“Sabía exactamente dónde quería ayudar después de ganar. Algunos amigos tienen hijos e hijas con autismo y otras dificultades de aprendizaje, y no había nada en la zona donde pudieran reunirse de forma segura, aprender habilidades y hacer amigos”, cuenta, explicando que “en cuanto cumplen 18 años, se les olvida por completo, a menos que tengan la suerte de conseguir una plaza financiada en la universidad”.
“Aun así, los padres se quedan totalmente aislados y a menudo tienen que renunciar a sus propios trabajos para mantener a sus hijos. Es realmente duro y desgarrador escuchar sus historias”, añade, explicando que durante la pandemia conoció a Hilary y Louise y, tras hablar con ellas, se dio cuenta de la magnitud del problema.
“Al principio ayudé a TOC de forma modesta, comprando un minibús de segunda mano para llevar a los jóvenes a realizar prácticas laborales en empresas locales, actividades de voluntariado y divertidas excursiones de un día. Pronto quedó claro que lo que TOC realmente necesitaba era un centro permanente, un lugar donde pudieran expandirse y ayudar a otros jóvenes de entre 18 y 35 años, y fue entonces cuando empecé a buscar y luego a comprar un edificio para ellos”, afirma.
“El apoyo que nos ha brindado Steve es increíble, no solo nos extendió un cheque, sino que ha estado aquí todo el tiempo”
Tras su generosidad, Hilary quiso agradecer a Steve la donación del edificio, haciendo ver la necesidad que tenían del mismo: “íbamos de iglesia en iglesia y de salón comunitario en salón, utilizando cualquier lugar que encontrábamos. Pero lo que realmente necesitábamos era una base estable, un lugar visible que nos permitiera marcar la mayor diferencia posible para los jóvenes”.
Por ello, cuando Steve les comunicó la noticia, sentían que les había tocado la lotería también a ellas. “El apoyo que nos ha brindado es increíble, no solo nos extendió un cheque, sino que ha estado aquí todo el tiempo, desde la planificación del diseño hasta asegurarse de que tuviéramos los disyuntores adecuados y que se barriera el suelo. Ha sido un gran apoyo práctico para nosotros y para los jóvenes”.
En la inauguración del centro, Steve quiso invitar a su padre, de 76 años: “sé que él también estará encantado de que haya hecho algo para marcar la diferencia. He conocido a los jóvenes que se beneficiarán de este nuevo centro y del trabajo en la cafetería, y me ha parecido profundamente conmovedor y aleccionador, tan estimulante como lo fue en su momento”.
El futuro de su familia, asegurado
Steve también ha pensado en su propia familia, y es que su prioridad, antes de todo, fue comprar una casa más grande para que ninguno de sus hijos tuviera que compartir habitación. Asimismo, compró una finca con piscina, pista de tenis y seis dormitorios, para que todos los suyos disfruten. Ya con el futuro de ellos asegurado, se propuso a vivir ayudando a los demás, como de niño le habían enseñado.