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Alfonso Navarro, psicólogo: “Los castigos no enseñan respeto, solo obediencia por miedo; educar es establecer normas y límites, no gritar”

El especialista en adolescentes defiende que la disciplina eficaz se basa en normas claras y consecuencias previsibles, no en castigos ni gritos.

Alfonso Navarro, psicólogo
Alfonso Navarro, psicólogo |TikTok
Francisco Miralles
Fecha de actualización:
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El psicólogo Alfonso Navarro, especialista en adolescentes y familias, ha explicado en un vídeo que “los castigos no sirven de mucho”. A su juicio, estos pueden provocar que un menor obedezca de forma inmediata, pero lo hace por temor, no por respeto. Esa diferencia, sostiene, marca el futuro de la relación y el aprendizaje, pues una obediencia basada en el miedo es frágil y no genera habilidades de autorregulación.

Normas y límites y con un sistema de predecible, no un castigo

Navarro propone reemplazar el castigo por un marco educativo basado en estructura y previsibilidad, ya que explica que “los castigos no sirven de mucho”; pueden obtener obediencia inmediata, pero es “obediencia por miedo”, no por respeto. Por eso sugiere un “sistema de normas y límites” y enfatiza en que “la norma es lo que tienes o no tienes que hacer o lo que puedes o lo que no puedes hacer.

Y el límite es lo que sucede “cuando transgredes esa norma”. El psicólogo lo explica con el ejemplo más habitual: “si no terminas las tareas de la casa, no te doy el mando de la Play… has hecho las tareas, puedes jugar… no me has hecho las tareas, no tienes acceso a la Play”.

No se trata de castigos arbitrarios ni de gritar, insiste, sino de un circuito claro de acciones y consecuencias que “no es un castigo”, sino “un sistema que es bastante predecible” y que “elimina un montón la sensación de ansiedad” en casa. Así, los menores “sienten que tienen el control acerca de sus acciones y de las consecuencias que ocurren”, lo que reduce conflictos y facilita la colaboración cuando las reglas son pocas, claras y constantes.

Un sistema que apoya la ciencia

Este planteamiento encaja con lo que dice los organismos sanitarios y de infancia. Por ejemplo, la American Academy of Pediatrics desaconseja el castigo corporal y la humillación por su ineficacia y riesgos a largo plazo y aboga por disciplina positiva (AAP). Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud y UNICEF alertan de que la “disciplina violenta” empeora el desarrollo y la salud mental (OMS, UNICEF); y las guías del NICE recomiendan programas parentales con límites claros y consecuencias previsibles, complementados con refuerzos positivos y rutinas.

En la misma línea, los CDC proponen reglas familiares visibles, consecuencias lógicas y refuerzo de las conductas adecuadas, mientras que en España el Ministerio de Sanidad impulsa la “parentalidad positiva”, límites y estructura sin métodos punitivos. Navarro subraya que poner límites no es incompatible con el afecto: requiere una relación de confianza en la que el adulto explique el porqué de las normas y escuche; reglas claras y conocidas que reducen la arbitrariedad y dan tranquilidad porque el menor sabe qué se espera de él y qué ocurrirá si decide no cumplirlo.

En la práctica, propone empezar por pocas reglas, visibles y comprendidas por todos, y acompañarlas de consecuencias lógicas: si la tarea pendiente es estudiar, el acceso a pantallas llega cuando se termina; si se ha cumplido, se reconoce el esfuerzo con tiempo de ocio. Reforzar lo que sí funciona (felicitar, destacar avances y conceder privilegios pactados) multiplica la probabilidad de que esa conducta se repita.

Un sistema que enseñe y no que asuste

El psicólogo explica los riesgos de educar “desde el miedo” cuando los hijos crecen. Las órdenes y los castigos “pueden funcionar a corto plazo, pero no enseñan” a decidir bien cuando no hay un adulto delante. En la adolescencia, la autonomía y la capacidad de tomar decisiones con criterio dependen de haber practicado antes la responsabilidad dentro de un marco estable.

Para terminar nos hace ver la diferencia en que el castigo no es lo mismo que disciplina. La disciplina eficaz se construye con normas claras, consecuencias previsibles y un clima de respeto. Ese entorno, más que la imposición o la amenaza, es el que fomenta la autorregulación, reduce la ansiedad y mejora la convivencia en casa. “Si buscas educar de verdad, apuesta por un sistema que enseñe, no por uno que asuste”.

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