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Trump y la Unión Europea exploran una ‘segunda fase’ de sanciones tras el mayor ataque ruso sobre Kiev

Washington sugiere aranceles secundarios a países que compren petróleo ruso y Bruselas acelera su 18.º paquete con un recorte del tope al crudo.

presidente de los Estados Unidos, Donald Trump
presidente de los Estados Unidos, Donald Trump |EFE
Francisco Miralles
Fecha de actualización:
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La Administración de Donald Trump y la Unión Europea han abierto la puerta a una “segunda fase” de presión económica contra Rusia, horas después de que Moscú ejecutara el mayor ataque aéreo desde el inicio de la invasión y prendiera fuego a un edificio del Gobierno en el centro de Kiev. El cambio de paso incluye nuevas sanciones y la posibilidad de aranceles secundarios a terceros países que sigan comprando petróleo ruso, una vía con la que Washington y Bruselas buscan forzar a Vladímir Putin a sentarse a negociar, según avanzaron altos cargos y confirmaron fuentes comunitarias.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, explicitó la estrategia en la NBC: “Si EE UU y la UE podemos imponer más sanciones, aranceles secundarios a los países que compran petróleo ruso, la economía rusa estará en pleno colapso y eso llevará a Putin a la mesa”. Añadió que “estamos preparados para aumentar la presión, pero necesitamos que nuestros socios europeos nos sigan”, y describió la coyuntura como “una carrera entre cuánto tiempo puede resistir el ejército ucraniano y cuánto la economía rusa”.

Tal y como recoge Reuters, el giro llega tras una ataque sin precedentes, en el que Ucrania denunció más de 800 drones y misiles en la madrugada del domingo, con al menos cuatro fallecidos, entre ellos un bebé. Por primera vez desde 2022, un ataque alcanzó la sede del Gabinete de Ministros en el distrito de Pechersk. “Estos asesinatos, cuando la diplomacia real podría haber empezado hace tiempo, son un crimen deliberado”, escribió Volodímir Zelenski al reclamar más defensa antiaérea a sus aliados.

Un nuevo paquete de sanciones desde Bruselas

En paralelo, Bruselas ha dado otro paso: el 18.º paquete de sanciones incluye rebajar el tope del precio del crudo ruso (que los Veintisiete sitúan en torno a 47,6 dólares por barril) y un endurecimiento contra la llamada “flota fantasma” que sortea las restricciones. La UE subraya que el objetivo es estrangular los ingresos energéticos de Moscú y cerrar vías de evasión abiertas en meses anteriores.

Como antecedente inmediato, Trump duplicó a finales de agosto los aranceles a India hasta el 50% por mantener compras de petróleo ruso con descuento, una medida con potencial impacto comercial en el principal mercado de Nueva Delhi y que tensó una relación estratégica clave para Washington.

Zelenski, por su parte, respaldó la idea de gravar a los países que continúan negociando con Rusia: “Es la idea correcta”, afirmó en una entrevista emitida en EE UU, en la que pidió que las decisiones se “respalden con acciones contundentes” y no solo con condenas.

Trump anunció además que líderes europeos viajarán a Estados Unidos este lunes o martes para discutir vías que aceleren el fin de la guerra, sin detallar los nombres. La Casa Blanca no ha concretado la agenda, pero el movimiento llega tras la cita de París de la llamada “Coalición de los Dispuestos”, en la que 26 países se comprometieron a garantizar la seguridad de Ucrania en cualquier arreglo de paz futuro.

Para finalizar, la Administración no ha explicado qué medidas integrarán esa “fase dos” ni el alcance de los aranceles secundarios; tampoco qué mandatarios asistirán en Washington ni qué calendario manejan para activar nuevos castigos. La Comisión Europea, por su parte, deberá vigilar la ejecución del nuevo tope y su efecto real sobre los ingresos rusos, un terreno donde la aplicación ha sido desigual.

Con todo esto, los aranceles secundarios a los compradores de crudo ruso pondrían bajo foco a India y China, con riesgos de represalias y distorsiones en las cadenas energéticas, y tensarían además el equilibrio con los socios europeos más expuestos al refino y al transporte marítimo. Para Washington y Bruselas, solo una presión económica sostenida y coordinada puede alterar el cálculo de Moscú.