¿Qué le pasa a la economía china si llegan a explotar sus dos posibles burbujas? ¿Cómo afecta eso a la economía mundial? Es uno de los últimos debates de calado abiertos ante los signos de desaceleración que muestra el gigante asiático. China ha sido el motor del crecimiento mundial durante las últimas dos décadas, pero ahora se enfrenta a varios desafíos que amenazan su futuro. Entre ellos, el envejecimiento de la población, la deuda pública y privada, la guerra comercial con Estados Unidos, la transición energética y la recuperación completa ante la crisis sanitaria del coronavirus.
Según el Fondo Monetario Internacional, China crecerá un 5,2% en 2023, una cifra que supera a la de la mayoría de los países desarrollados, pero que está muy por debajo del promedio del 9,5% que registró entre 2000 y 2019. Esto significa que su aportación al crecimiento mundial se reducirá del 34,9% al 26,8% en el mismo periodo. Además, hay dudas sobre la calidad y la sostenibilidad de ese crecimiento, que se basa en gran medida en el estímulo fiscal y monetario del gobierno.
Como apunta Libremercado, preocupan especialmente las dos burbujas formadas en China y su riesgo de explotar, con efectos peligrosos para la economía mundial: la inmobiliaria y la de deuda. Si la economía china se desacelera significativamente, esto podría tener un impacto negativo en la economía global. Además, la deuda de China podría generar problemas de solvencia y estabilidad financiera, tanto a nivel nacional como internacional.
Deuda y explosión inmobiliaria, los retos de China
Si China está al borde de una crisis de deuda que podría desestabilizar la economía mundial es una de las preguntas que debaten muchos analistas y observadores ante los crecientes signos de fragilidad financiera del gigante asiático. China ha acumulado una enorme cantidad de deuda en los últimos años, impulsada por el crédito fácil y las políticas de estímulo fiscal.
Según el Banco de Pagos Internacionales, la deuda total de China (pública y privada) alcanzó el 289% del PIB a finales de 2020, muy por encima del promedio de los países emergentes (211%) y cercano al de los países avanzados (312%). En 2022, llegó incluso al 77,1% del PIB del país.
Esta deuda se concentra principalmente en el sector corporativo, especialmente en las empresas estatales, que se han beneficiado de la protección del gobierno y el acceso preferencial al crédito. Pero destaca sobre todo la del sector inmobiliario, donde se ha generado una burbuja especulativa que ha disparado los precios de la vivienda. La contribución al PIB se encuentra próximo al 30%, superando el pico vivido en España durante la burbuja inmobiliaria. Esa era la apuesta para recuperar la economía, que, sin embargo, ha visto cómo la demanda caía estrepitosamente tras la pandemia y la inflación, bloqueando más la situación.
La pandemia del coronavirus ha agravado la situación, al aumentar la necesidad de apoyo financiero a las empresas y los hogares afectados por la crisis, con dificultades para pagar deudas debido a un endeudamiento medio del 50%, lo que dificulta la recuperación estatal. El gobierno chino ha lanzado un paquete fiscal equivalente al 11% del PIB, mientras que el banco central ha reducido los tipos de interés y relajado las condiciones crediticias.
Sin embargo, estas medidas han tenido un efecto limitado en la reactivación económica, ya que gran parte del crédito se ha destinado a refinanciar deudas existentes o a financiar proyectos poco rentables. Además, han incrementado los riesgos de insolvencia, morosidad y contagio financiero. La deuda, apuntan, recae en dos tercios en las empresas estatales
El caso más emblemático es el de Evergrande, el mayor promotor inmobiliario de China y el más endeudado del mundo, con una deuda de unos 300.000 millones de dólares tras una espiral de impagos y renegociaciones con sus acreedores, que incluyen bancos, inversores, proveedores y compradores de viviendas. El gobierno chino está tratando de evitar un rescate directo, pero al mismo tiempo busca una solución ordenada que minimice el impacto social y económico para evitar el colapso de su economía.
¿Qué implicaciones tiene esto para el resto del mundo?
La cuestión es si China podrá gestionar su problema de deuda sin provocar una crisis sistémica o una fuerte desaceleración del crecimiento. Algunos expertos confían en que las autoridades chinas tienen suficiente margen de maniobra y capacidad de intervención para contener los riesgos y mantener la estabilidad.
Otros, en cambio, advierten de que China se enfrenta a un dilema difícil: si sigue estimulando la economía con más crédito, aumentará la burbuja de deuda y los desequilibrios financieros; si endurece la política monetaria y fiscal, provocará una contracción del crédito y una caída de la demanda.
En cualquier caso, lo que está claro es que China necesita acometer reformas estructurales que reduzcan su dependencia del endeudamiento y mejoren la eficiencia y la sostenibilidad de su modelo económico. De lo contrario, podría sufrir las consecuencias de una explosión o un pinchazo de su burbuja de deuda.
Por un lado, puede suponer una oportunidad para que otros países emergentes ocupen el espacio que deja China como proveedor de bienes y servicios a bajo costo. Por otro lado, puede generar tensiones geopolíticas y comerciales, ya que China buscará defender sus intereses y su influencia en la región y en el mundo. Asimismo, puede afectar a la demanda global de materias primas, energía y productos manufacturados, lo que tendrá un impacto en los precios y en la inflación.
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