El campo español se enfrenta a un doble amenaza, en la que, por un lado, están otros países como Marruecos con una gran competencia y por el otro lado, la falta de relevo generacional. Este último es importante, ya que la edad media de los agricultores va cada año en aumento y roza la edad de jubilación, la incorporación de jóvenes es prácticamente anecdótica.
En varias zonas de España falta mano de obra, siendo una de esta Cataluña. Así lo explica Marc Miralles, un joven agricultor de 19 años de Mont-roig del Camp (Tarragona), es una rara avis en un sector que ve cómo los hijos de los agricultores huyen hacia las ciudades.
En una reciente charla con Germán, creador del canal Agrolife, Marc ha puesto voz a una realidad incómoda que muchos prefieren ignorar. “Allí las fincas se están abandonando, se están vendiendo. No hay relevo generacional”, sentencia con una madurez impropia de su edad. “Es muy triste escucharlo porque hay mucha gente mayor que se muere o que ya no puede hacerse cargo y las tierras se dejan perder”.
Marc, conocido en redes como el “niño agricultor”, empezó con cuatro tomateras durante la cuarentena y ahora gestiona hectáreas familiares de olivos y algarrobos mientras estudia paisajismo ante la falta de formación específica agraria en su zona. Pero, su vocación choca frontalmente con un panorama desolador: “Si hay una alta de joven agricultor al año en mi zona, ya es mucho”.
El mensaje de este joven tarraconense va más allá de la queja sectorial; es una advertencia directa al consumidor final sobre lo que ocurrirá si la tendencia no se revierte de inmediato. “Pensad que dentro de 5, 6 o 10 años, cuando los agricultores actuales se hayan jubilado y la gente no quiera las tierras, ¿qué vamos a comer?”, lanza Marc al aire con crudeza. Su respuesta es tan breve como alarmante: “Mierda de fuera”.
Para Miralles, el abandono del campo nacional implica una dependencia total de terceros países, perdiendo el control sobre la calidad y el origen de lo que llega a nuestra mesa. “Lo que nosotros hacemos es producto de proximidad, de nuestra tierra, y se tiene que acabar comprando de fuera”, lamenta, señalando la paradoja de ver naranjas importadas en Valencia o tomates foráneos en Cataluña.
Rentabilidad y competencia desleal
¿Por qué los jóvenes de su edad no quieren saber nada del campo? La respuesta para Marc está en la rentabilidad y en la desigualdad de condiciones. “La agricultura no son matemáticas, dos más dos no son cuatro”, explica. “Un año te puede ir muy bien, y al siguiente, como me pasa este año con la algarroba, te la estás tragando con patatas y perdiendo dinero”.
A la inestabilidad de los precios se suma una competencia que él califica de “ridícula” por las exigencias dispares entre los productores europeos y los de terceros países. “A mí me exigen muchísimo. Entre aranceles y medidas sanitarias extremas para entrar en otros países, nos ponen en una posición tan difícil que casi no se exporta”, denuncia. Mientras tanto, critica que productos de fuera entren con facilidad: “Les tiran absolutamente de todo, a saber si cumplen los plazos de seguridad, y lo envían. Y nosotros aquí no, porque hay que presentar mil papeles”.
Sequía y abandono político
La situación en su tierra natal se ha visto agravada por una gestión de la sequía que Marc califica de negligente. “En Cataluña la sequía del año pasado fue escalofriante. Parcelas y parcelas de árboles muertos y pantanos secos”, relata. El joven agricultor denuncia la inacción de la administración para salvar el patrimonio agrícola: “¿Se habilitó alguna depuradora para filtrar agua y regar esos árboles? No, no se hizo absolutamente nada. Se dejaron morir miles de hectáreas de avellanos y olivos”.
Para Miralles, la solución pasa ineludiblemente por una clase política que pise la tierra y deje los despachos. “Que se pongan las pilas, que reduzcan la burocracia”, exige. “Si se puede hacer en dos pasos, lo hacen en cinco. Intentan complicar las cosas”.
A pesar de todo, Marc mantiene un hilo de esperanza y lanza un llamamiento a su generación, convencido de que, ante la inminente escasez de profesionales, el oficio se revalorizará por pura necesidad. “Este oficio va a estar muy buscado dentro de 10 años porque no van a quedar agricultores”, vaticina. “Jóvenes agricultores, si me estáis escuchando: adelante, sin miedo. Sed valientes, que seguro que os va de maravilla, pero hay que plantar cara”.

