Kim Jong-un ha elevado a “máxima prioridad” el desarrollo de las fuerzas nucleares de Corea del Norte y ha instruido a su aparato científico a “fortalecer y modernizar constantemente” la capacidad de disuasión, presentada como columna vertebral de la seguridad nacional. El mensaje, difundido por la agencia estatal KCNA tras una reunión con científicos y responsables del programa, reclama "volcar recursos" en el “escudo y la espada” atómicos para garantizar la soberanía y el derecho al desarrollo del país.
De forma paralela, el dirigente ha abierto la puerta a conversaciones con Estados Unidos "si abandona su vana obsesión por la desnuclearización", línea roja reiterada por Pyongyang desde que blindó constitucionalmente su estatus nuclear en 2023. Kim, que aseguró guardar "gratos recuerdos" de sus encuentros con Donald Trump, enmarca cualquier eventual diálogo en el reconocimiento de Corea del Norte como potencia atómica de facto.
La retórica llega en un momento de tensión persistente con Corea del Sur, a cuyo Gobierno Pyongyang acusa de hostilidad permanente. Seúl, por su parte, sostiene que el Norte dispone de misiles balísticos intercontinentales capaces de alcanzar territorio estadounidense y alerta de que la industria norcoreana podría centrarse ahora en aumentar exportaciones militares.
Sobre la dimensión del arsenal, los datos públicos son opacos y las estimaciones, dispares. El Bulletin of the Atomic Scientists calcula que Corea del Norte habría ensamblado alrededor de 50 cabezas y acumulado material fisible para hasta 90, con una capacidad potencial en función de reactores y diseño de añadir del orden de una decena larga de armas al año. En las últimas semanas, la Presidencia surcoreana ha elevado ese listón y advierte de un ritmo posible de 10 a 20 bombas anuales. Son cifras orientativas, condicionadas por variables técnicas difíciles de verificar de forma independiente.
Desde el punto de vista político, Pyongyang amarró en 2023 su doctrina atómica al texto constitucional "sagrada y absoluta", según la formulación oficial y ha ensayado escenarios de "contraataque nuclear", de acuerdo con comunicados de KCNA recogidos por la prensa internacional. Estos movimientos hacen una estrategia de disuasión que busca desincentivar sanciones y maniobras militares aliadas a la vez que refuerza el valor negociador de su arsenal.
Con los movimiento del Kim, Washington y sus aliados deberán ver y medir si existe margen para fórmulas intermedias (congelaciones verificables o límites a pruebas y producción) que reduzcan riesgos sin exigir de entrada la entrega total del arsenal. Ahora, para Corea del Sur, el desafío es doble, ya que necesita lindar su seguridad sin quedar al margen de una eventual vía directa entre Pyongyang y Estados Unidos.

