La cumbre de la COP11 del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco ha mostrado algo que difícilmente pueda entrar en la cabeza de muchos sanitarios y es, que la organización ha decidido señalar negativamente a Nueva Zelanda, una nación que se encuentra a las puertas de convertirse en el primer país “libre de humo”, mientras premia las políticas de México, donde el tabaquismo se mantiene en niveles muy superiores. Esta paradoja hace ver que tan grande es la desconexión entre la ideología prohibicionista de ciertos organismos y la evidencia empírica que dejan los resultados en salud pública.
La GATC (Global Alliance for Tobacco Control) se ha justificado por la entrega del satírico premio Cenicero Sucio a Nueva Zelanda alegando que el país había retrocedido en sus leyes, así como aumentado de forma “alarmante” del vapeo juvenil. Ahora bien, las estadísticas oficiales desmienten esta percepción, ya que Nueva Zelanda ha logrado reducir el tabaquismo adulto al 6,8% (la quinta tasa más baja del mundo) gracias a una estrategia de reducción de daños que combina precios disuasorios (casi 28 euros por cajetilla) con la regulación de alternativas de menor riesgo, como los vapeadores, para facilitar la cesación.
El contraste de las cifras
La decisión de la OMS de premiar a México, no se ajusta a la realidad de sus datos sanitarios, ya que a pesar de la retórica oficial contra la industria, la realidad es que su tasa de tabaquismo se sitúa en el 15,4%, una cifra que para entenderlo es el doble de Nueva Zelanda, nación a la que el organismo ha censurado. Esta distinción parece no tener en cuenta que la estrategia mexicana, que no ha logrado frenar el consumo, mientras que el modelo neozelandés, que apuesta por la reducción de daños, está a punto de erradicar el hábito.
Por otro lado, es que si miramos al análisis de la gestión interna, este muestra graves carencias estructurales. Por un lado, el impuesto al tabaco no ha subido en términos reales desde 2011, lo que mantiene el precio de la cajetilla en apenas 0,70 dólares, un coste insuficiente si lo que se busca es disuadir a los fumadores. A esto se suma que la prohibición constitucional de los vapeadores ha resultado contraproducente, ya que en lugar de eliminar su uso, ha desplazado la demanda hacia un mercado negro controlado por redes ilegales sin supervisión sanitaria.
Es más, la prohibición de los vapeadores ha derivado en una grave crisis de seguridad, entregando el monopolio de su distribución a organizaciones como el Cártel de Sinaloa, que ya imponen violentamente su control sobre este nuevo mercado negro.
De esta forma, la cumbre de Ginebra ha desatado fuertes críticas, pues los expertos acusan a la OMS de anteponer su ideología de prohibición total a la evidencia científica de lo que realmente funciona. Organizaciones como CAPHRA denuncian que se ignora el éxito de las alternativas reguladas, como los vapeadores, para reducir el tabaquismo.
El peligro de la “mano dura” se observa en Australia, pues allí, los precios extremos y la prohibición del vapeo no han frenado el tabaco tanto como en Nueva Zelanda, pero sí han creado un peligroso mercado negro controlado por mafias internacionales.

