El metal industrial por excelencia, el cobre, encadena subidas impulsadas por un shock de oferta y también debido a los recortes y parones en yacimientos, lo que ha provocado bajar la producción disponible justo cuando la demanda ligada a redes eléctricas, renovables, vehículos eléctricos y centros de datos mantiene el pulso. El jueves y viernes la referencia de la LME rozó los 11.000 dólares por tonelada, máximos no vistos desde mayo de 2024, y acumula un fuerte avance en 2025, apoyado también por un dólar más débil y expectativas de recortes de tipos en EE. UU., según Reuters.
La fotografía contrasta con los metales preciosos, donde la percepción de riesgo y la búsqueda de refugio han llevado al oro por encima de 4.000 dólares la onza y a la plata a un máximo histórico superior a 51 dólares, en una sesión de volatilidad marcada por nuevas tensiones comerciales entre Washington y Pekín.
La pinza de la oferta: Chile, Indonesia, Congo
En el lado de la oferta, Teck Resources ha rebajado de nuevo sus guías de producción en Quebrada Blanca (QB), un proyecto llamado a duplicar su output de cobre pero que ha sufrido contratiempos operativos. Este ajuste, unido a incidencias en otras operaciones del grupo, ha alimentado la percepción de déficit en el corto plazo.
A ello se suma la declaración de fuerza mayor en Grasberg (Indonesia), uno de los mayores yacimientos del mundo, que provocó repuntes inmediatos en el precio del LME tras el anuncio de recortes de producción para 2025-2026.
En Kamoa-Kakula (R. D. del Congo), las inundaciones y la sismicidad obligaron a parar parcialmente en mayo y a recortar la guía de 2025, con una reanudación paulatina desde junio y una normalización aún en curso.
El cuadro se completa con Chile, primer productor mundial y donde los datos de agosto reflejan una caída del 9,9% de la producción nacional y un desplome del 25% en Codelco tras un accidente en El Teniente. La merma chilena ha sido la mayor en dos años, añadiendo tensión a un mercado ya justo.
La demanda no cede y los inversores entran en escena
Pese a la escalada de precios, la demanda se mantiene respaldada por la electrificación de la economía: las redes de transporte de electricidad, parques renovables, vehículos y cargadores, bombas de calor, electrónica de potencia y el despliegue de centros de datos. El reequilibrio monetario que descuenta el mercado (posibles bajadas de tipos de la Fed) también favorece los activos reales. En paralelo, los flujos financieros hacia el cobre han aumentado, incrementando la sensibilidad a titulares y a noticias de minas, advierten analistas del sector.
En los metales preciosos, el rally del oro y la plata se apoya en ese mismo cóctel macro (riesgo geopolítico, dólar más débil y expectativas sobre la Fed) y en el apetito inversor; la plata añade, además, un fuerte componente industrial (fotovoltaica, electrónica), que amplifica sus movimientos.
¿En qué me afecta que suba el cobre?
Nos afecta en reparaciones domésticas y oficios, pues el cobre es un material básico en tuberías, cableado eléctrico y aire acondicionado. Si la materia prima encarece de forma sostenida, los presupuestos de fontanería y electricidad pueden subir (especialmente donde hay sustitución de cables, cuadros o tramos de tubería), porque el cobre tiene un peso directo en el coste del material.
Por otro lado, también afecta a electrodomésticos y equipos, ya que frigoríficos, calderas, termos, bombas de calor y aires acondicionados contienen tuberías y bobinados de cobre, lo que hace que nos pueda costar más tanto en precios de equipos nuevos como piezas de recambio.
Por último, la ampliación y refuerzo de redes eléctricas (clave para integrar renovables y el coche eléctrico) requieren kilómetros de cable de cobre. Un mercado tensionado encarece licitaciones y plazos, y puede repercutir en los peajes de la luz a medio plazo si los costes de inversión aumentan.
Como ocurre con el petróleo, los picos no siempre se trasladan de inmediato y de forma proporcional; dependerá de cuánto dura la tensión de oferta y de si las bajadas de tipos alivian los costes financieros de fabricantes e instaladores.

