Dejar de fumar o reducirlo al máximo es una de las prioridades a nivel global, pero para afrontar este problema, lo mejor es siempre escuchar a las voces expertas. David Khayat, expresidente del Instituto Nacional del Cáncer de Francia y antiguo asesor del presidente Jacques Chirac, ha criticado las políticas que está llevando a cabo la Organización Mundial de la Salud (OMS) para acabar con el tabaquismo. Este médico oncólogo piensa que la estrategia basada en subir impuestos no está logrando conseguir esos resultados esperados tras 30 años de aplicación.
“Debemos reconocer que, tras treinta años de impuestos, advertencias públicas y prohibiciones regulatorias, fumar sigue siendo un gran desafío para la salud pública”, relata.
Khayat fue asesor de la misma OMS y su mensaje llega en un momento en el cual afecta a España, pues el Ministerio de Sanidad sigue adelante con la nueva Ley Antitabaco, cuyo borrador busca equiparar los cigarrillos electrónicos y las bolsitas de nicotina al tabaco combustible, extendiendo así las prohibiciones de uso a terrazas y exteriores de edificios públicos.
Esta política de tratar todos los productos por igual choca con la visión práctica del doctor francés. Él pide nuevas soluciones para conseguir dos objetivos. Por un lado, lo que todo el mundo quiere, que es que ayude a dejar de fumar y, al mismo tiempo, ofrecer alternativas menos dañinas a quienes no logran dejarlo. Ambas con el mismo fin común.
La combustión, el verdadero enemigo
Khayat explica que hay que saber y entender qué es la nicotina. Científicamente, la nicotina genera adicción, pero no es la causante del cáncer; es la combustión del tabaco la que mata. “La nicotina no causa cáncer; quemar tabaco sí”, relata. Según explica, el humo del cigarro es cancerígeno porque la combustión de las hojas de tabaco produce más de 6.000 sustancias químicas, incluidas unas 80 partículas ultrafinas y carcinógenos conocidos.
Saberlo es clave, ya que es la base de las políticas de reducción de daños que ya aplican países como el Reino Unido o Suecia, y que buscan ofrecer a los fumadores adultos alternativas que eliminen el proceso de quema, como los vapeadores o el tabaco calentado. Este doctor recuerda que organismos sanitarios de referencia, como la propia OMS y la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), han declarado que la nicotina en sí misma no es un carcinógeno.
Ahora bien, el tabaquismo se mantiene como la principal causa de muerte prevenible en el mundo y el mayor contribuyente a las enfermedades no transmisibles, responsables de cerca del 75% de las muertes globales anuales.
El fracaso de la prohibición pura
La experiencia clínica y la gestión pública avalan el escepticismo de Khayat respecto a la efectividad de insistir únicamente en la prohibición. El oncólogo cita el ejemplo de una campaña nacional que dirigió en Francia, en la que 1,8 millones de fumadores lograron dejar el hábito, pero casi la totalidad recayó en un plazo de tres años. Aún más alarmante si miramos al dato clínico que aporta, pues el 64% de los pacientes diagnosticados con cánceres graves, incluido el de pulmón, continúan fumando después del diagnóstico.
Así y con los datos encima de la mesa, el médico advierte que las políticas como la que quiere incluir el Ministerio de Sanidad, que son puramente prohibicionistas, pueden generar el efecto contrario al que se busca. Es decir, que aquellas personas que no puedan dejarlo por ese prohibicionismo y vean que no pueden costearse alternativas, decidan acudir a otros mercados como las mafias o el mercado negro, el cual no tiene ningún tipo de control. Recordemos qué pasó con la “Ley Seca” en los años 20 en EE. UU.
Para el especialista francés, la reducción de daños no debe interpretarse como un obstáculo para dejar de fumar, sino como “un paso vital hacia ello”, una herramienta necesaria para aquel segmento de la población que, pese a las subidas de impuestos y las restricciones, no logra abandonar el hábito.

