Hay otra pandemia de la que nadie habla. O al menos lo que se debería. Y esa es la del sida, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, provocada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Desde que se detectó por primera vez en 1981 son 40 millones de personas las que se estiman que han muerto, conviviendo en la actualidad unos 38 millones con el VIH, según Onusida. En España los enfermos con el virus son aproximadamente unos 150.000, produciéndose casi 3.000 nuevos contagios al año.
En la actualidad el avance de la medicina ha hecho que para la mayoría de los enfermos sea una enfermedad crónica, gracias al tratamiento de antirretrovirales, lo que permite a las personas con VIH vivir con una esperanza de vida prácticamente similar a la de una persona no infectada. No obstante, es necesario señalar que el VIH y su estado más avanzado, el Sida, son un problema de salud pública al que hay que poner solución.
Desde el mismo portal Onusida, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH y el sida, afirman que son casi 38 millones de personas las que actualmente viven con el virus de la inmunodeficiencia humana en todo el mundo. Por ello es necesario seguir celebrando el Día Mundial del Sida, que tiene lugar cada 1 de diciembre, para seguir concienciando sobre la enfermedad, difundir su prevención y luchar contra el estigma social y la discriminación que sigue existiendo sobre la misma.
La lucha contra el sida, un camino todavía por recorrer
Aunque se ha avanzado en su tratamiento, los objetivos en la lucha contra el sida para este 2021 no se han conseguido. La meta era alcanzar el “tratamiento 90-90-90”, por el debían conseguirse que el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico respecto al mismo, que el 90% de estas personas diagnosticadas reciban terapia antirretroviral continuada y que el 90% de las personas que reciban este tratamiento tengan supresión viral. Un porcentaje que para 2030 se pretende elevar al 95%.
¿Por qué no se han cumplido los objetivos? La crisis por Covid-19 que estamos todavía atravesando tiene buena parte de culpa, tal como expone la directora ejecutiva de Onusida, Winnie Byanyima, en su mensaje de 2021: “Si bien ya antes estábamos lejos del camino para poner fin al sida, los obstáculos ahora son mucho mayores, puesto que la Covid-19 sigue azotando al mundo con fuerza, lo que obliga a interrumpir los servicios de prevención y tratamiento del VIH, la escolarización, los programas de prevención de la violencia y mucho más”.
Hay que recordar que el fin de la epidemia de VIH es un compromiso global, pues todos los Estados miembros de las Naciones Unidas se comprometieron a ello al adherirse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos no pasan únicamente con frenar su expansión, sino también por enfrentar el estigma, la discriminación y otros frentes relacionados con los derechos humanos para combatir la vulnerabilidad en la que se encuentran millones de personas convivientes con el VIH.
Abordar esta epidemia desde esta perspectiva es de vital importancia. El organismo también va un paso más allá, concienciando de que la protección social no es solo la transferencia de recursos sociales o efectivos, sino también el apoyo económico, la cobertura sanitaria, la asistencia tanto laboral como social y la desigualdad, persistente además a la hora de acceder a los servicios sociales y médicos.
VIH no es lo mismo que tener sida
Otro aspecto que se debe trabajar en el Día Mundial del Sida, que se celebrará el 1 de diciembre, es acabar con la desinformación. A pesar de los 40 años de existencia de esta epidemia todavía existe una gran confusión en torno a la misma, siendo necesario aclarar distintos conceptos. El primero de ellos es explicar que tener VIH no es lo mismo que tener sida. Aunque con normalidad se suelen emplear ambos términos como iguales, lo cierto es que el sida corresponde únicamente a la etapa más avanzada a la infección. Por ello, una persona contagiada con VIH podría no desarrollar la enfermedad, el sida, o tardar muchos años en manifestar sus síntomas, siendo el plazo de 8 o 10 años si no se le da tratamiento.
Al respecto, hay que terminar también con los mitos sobre su transmisión. El virus de la inmunodeficiencia humana no puede transmitirse por contactos cotidianos del día a día, como pueden ser los besos, los abrazos o compartir comida u objetos. Los contagios se producen a través de fluidos corporales como la sangre, el semen, los fluidos vaginales o la leche materna. De ese modo, puede transmitirse mediante penetraciones anales o vaginales, transfusiones de sangre, al compartir agujas contaminadas o entre madre e hijo en las etapas del nacimiento y la lactancia, en caso de que la progenitora esté contagiada, si bien las posibilidades pueden variar dependiendo de su carga viral.
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