Repostar en gasolineras Repsol, Cepsa o BP es más caro que nunca. De la mano de una inflación que se mantiene al alza, el combustible volvió a batir récords, con la gasolina alcanzando el precio más alto de su historia. Ya cuesta de media veinte euros más que hace un año. Un salto desmesurado en los precios, provocado sobre todo por los costes y la distribución, que se espera que no sea el último y que los expertos temen que acabe convirtiéndose en ruina para la industria.
Y en 2020 comenzó el amago de derrumbe. Ese fue el primer año en el que España perdió estaciones de servicio en 15 años, colocándose en 11.602 y bajando 7 respecto al curso anterior. A 1,39 euros el litro la gasolina, y a 1,27 el diésel, las grandes petroleras, las gasolineras clásicas, por así decirlo, están empezando a ser conscientes de que sus estrategias ya no sirven, mientras observan atadas de manos cómo proliferan los surtidores ‘low cost’.
Exprimiendo una particular estrategia, han pasado de ser actores de reparto en el mapa geográfico español a ser el actor principal. Es su particular ‘boom’. Plenoil, Ballenoil o Petroprix han doblado prácticamente en dos años, coincidiendo con la entrada en juego de la pandemia, sus establecimientos y esperan seguir multiplicándose mediante jugosas inversiones. La guerra de las gasolineras ha cambiado de escenario.
¿Cuál es la receta del éxito de los surtidores ‘low cost’?
La estampa es cada vez más frecuente. Cuantiosas colas de coches esperando a repostar en gasolineras casi minimalistas, casi con lo justo, con surtidores automáticos (cuantos más mejor) y un pequeño almacén, en el menor espacio posible. El título de la imagen casi podría ser el de cómo ahorrar en gasolina o diésel. Porque es lo que están consiguiendo estos surtidores ‘despersonalizados’, que se multiplican plantando cara a las gasolineras clásicas.
Su estrategia es sencilla: vender mucho, aprovechando lugares estratégicamente señalados, y reducir al máximo los costes en su cadena de mecanismo. De esta forma, esa diferencia entre repostar en un proveedor de toda la vida frente a este nuevo concepto que crece como la espuma la disfruta el consumidor, beneficiándose con un ligero ahorro. Entre sus claves se encuentran el no disponer de grandes superficies (prescindiendo de tiendas), eficientemente aprovechadas o la independencia a la hora de adquirir el producto base a través del operador en el mercado mayorista. En resumen, costes ajustados al máximo y consumo por doquier.
Porque ese es otro de sus trampolines. Haber tumbado los prejuicios de que su producto es más barato, sí, pero también de peor calidad, siendo perjudicial al afectar a largo plazo a la maquinaria de los vehículos. "El producto base es el mismo en todas las gasolineras de España. Todas las estaciones de servicio se nutren de la comercializadora de carburante de nuestro país, la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH) ahora Exolum”, explica Ballenoil.
Un ‘boom’ en aumento
Lejos de ser flor de un día, los tres grandes propietarios de la mayoría de las estaciones automáticas españoles preparan millonarias inversiones y planes de crecimiento para regar su floreciente jardín. El plan es doblar las casi 12,% gasolineras de este tipo que ya ocupan el 12,5% del total. Incluso en Cataluña ese porcentaje se dispara ya al 22%. Un fenómeno que se retroalimenta y que hasta mira al futuro: su siguiente paso es el de la electrificación.
Según la Asociación Nacional de Estaciones de Servicio Automáticas (Aesae), crecieron un 22% desde la proliferación de la pandemia, hasta llegar a las 1.277. Hablando de nombres propios, Plenoil ha abierto más de 15 gasolineras desde noviembre en todo el país. Ballenoil, rey actual de este mercado, avanzó la apertura de 90 hasta 2025 para llegar a las 250 en 2025 con una inversión de 40 millones de euros. Y Petroprix, por su parte, pretende inaugurar 30 más este año, hasta alcanzar las 135.
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