Loes Waanders, psicóloga: "si un niño quiere algo, lo quiere ya. Así funciona su cerebro"

La especialista explica por qué algunos menores convierten cualquier actividad en un desafío y qué pautas pueden seguir las familias para manejar este comportamiento.

La psicóloga Loes Waanders |JM Ouders
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El acompañamiento en las primeras etapas de desarrollo de la infancia, cuando los niños empiezan a definir su carácter, requiere paciencia y herramientas que permitan comprender sus reacciones. En este proceso, algunos menores muestran una tendencia a convertir cualquier actividad en una competición, ya sea con amigos, con la familia e incluso consigo mismos. Ante la preocupación que esto genera en muchos hogares, la psicóloga educativa Loes Waanders ha analizado estas conductas y ha explicado por qué ciertos niños transforman acciones cotidianas en auténticas carreras por ganar.

Lo ha explicado al medio holandés JM Ouders, a partir del caso de un niño de cinco años que reaccionaba con enfado cuando no lograba ser el primero o cuando perdía un juego, llegando incluso a "borrar todo el tablero de la mesa” tras una derrota, según el testimonio de una madre. 

Claves del comportamiento competitivo en la infancia

Waanders ha señalado que este tipo de actos forma parte del desarrollo temprano y que, en muchos casos, no se debe a un problema profundo. Según la psicóloga, “el comportamiento competitivo es normal en los niños pequeños”, ya que cuando desean algo lo buscan de inmediato y aún no cuentan con la madurez necesaria para relativizar cada situación. “Si un niño quiere algo, lo quiere ya. Así funciona su cerebro”, ha indicado. 

La dificultad para regular emociones intensas, como la frustración o la tristeza, explica en gran medida estas reacciones. A ello se suma la personalidad del menor: los niños más ambiciosos o autocríticos tienden a mostrar más competitividad, incluso sin estímulos externos. Waanders ha mencionado también la posible influencia de la inseguridad y la búsqueda de reconocimiento, recordando que los pequeños aprenden de lo que observan en casa. “Los niños aprenden mucho observándonos”, ha afirmado.

Evolución según la edad y papel del entorno

La psicóloga ha aclarado que estas formas de proceder no determinan cómo será el niño en el futuro. “Que sea muy competitivo en preescolar no significa que lo seguirá siendo más adelante en la escuela o en los deportes”, ha explicado. Conforme aumenta la edad, se adquiere experiencia en actividades compartidas y se desarrollan estrategias emocionales que permiten gestionar mejor la derrota.

Waanders ha insistido en que el contexto familiar resulta decisivo: el acompañamiento y el modo en el que los adultos responden influyen directamente en la forma en la que se interpreta el éxito, la presión y el error.

Cómo acompañar a un niño que siempre quiere ganar

Para afrontar esta conducta, la psicóloga ha recomendado empezar por reconocer la emoción que siente el menor. Ha sugerido frases como “probablemente estés desanimado, porque realmente querías ganar, ¿verdad?”, para que pueda identificar lo que le ocurre y expresarlo con palabras. Añade que no conviene alargar demasiado la conversación en ese instante y que es útil normalizar la sensación de pérdida.

En el día a día, Waanders aconseja que los padres se centren en el proceso, no en el resultado, con comentarios tipo “vi cuánto te esforzaste para dibujar esa mariposa”, frente a elogios que refuercen solo el logro. También ha animado a fomentar comparaciones con uno mismo, como por ejemplo cómo ha mejorado respecto a meses anteriores, y alienta a que los adultos actúen como modelos, algo que subraya “es increíblemente efectivo”.

Cuándo puede convertirse en una señal de alerta

La psicóloga ha expresado que este comportamiento solo debe preocupar cuando “realmente lo padece”, es decir, si se queda atrapado en la frustración, se compara constantemente con otros o evita actividades nuevas por miedo a no rendir lo suficiente. En ese caso, Waanders ha destacado la importancia de que el menor experimente también la pérdida: entender que la emoción desagradable es pasajera forma parte del aprendizaje, siempre acompañado por la figura adulta.

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