La plata ha cerrado 2025 como el activo estrella entre los grandes metales, ya que el martes 23 de diciembre tocó por primera vez la cota de los 70 dólares por onza en el mercado al contado, con un máximo intradía de 70,18 dólares, en una subida que se apoya tanto en el tirón de inversión como en un mercado físico más ajustado.
La explicación no es única, pero sí coherente, pues los tipos de interés a la baja (o la expectativa de más recortes en 2026) y las tensiones geopolíticas reactivan el refugio y, sobre todo, una combinación de oferta limitada y demanda industrial estructural. Tal y como explica Rhona O’Connell, analista de StoneX, el rally actual es “muy impulsado por la inversión” aunque relata que con “un sólido trasfondo fundamental”.
Ese trasfondo es el déficit. La industria viene avisando de un mercado en falta durante varios años, y el World Silver Survey 2025 (Silver Institute) apunta a que el desequilibrio sigue drenando inventarios disponibles. Una visualización de sus datos sitúa el déficit de 2025 en el entorno de 117,7 millones de onzas. A ello se suma el componente financiero, pues en el primer semestre, los productos cotizados respaldados por plata (ETP) registraron entradas netas de 95 millones de onzas y elevaron las tenencias globales a 1,13 billones de onzas a 30 de junio, apenas un 7% por debajo del pico de 2021, según el propio Silver Institute.
Por otro lado, la demanda industrial ha dejado de ser un argumento de ciclo para convertirse en vector de largo plazo, ya que los centros de datos vinculados a la IA, electrificación, electrónica y solar sostienen el consumo de plata como conductor y componente esencial. Esa narrativa ha calado incluso en el debate estratégico. La plata fue incorporada este otoño a la lista final de “minerales críticos” de Estados Unidos, un cambio que, en la práctica, eleva el listón político sobre su disponibilidad y abre la puerta a más apoyo a proyectos domésticos y, eventualmente, a medidas comerciales.
Esa etiqueta ha actuado como catalizador adicional en el tramo final del año. Reuters recoge que la inclusión en la lista alimentó temores a aranceles y favoreció movimientos de metal hacia EE.UU., tensando la liquidez en Londres. En ese sentido, el mercado ha reforzado su lectura de “metal doble”, pues es monetario cuando crece el apetito por cobertura y esencial cuando se acelera el ciclo tecnológico.
El resultado se ve también en la jerarquía simbólica. Algunas clasificaciones privadas, como CompaniesMarketCap, han llegado a situar el “valor” de la plata por encima del de Alphabet (Google) en capitalización teórica, una comparación discutible metodológicamente pero reveladora del clima inversor.
El riesgo, sin embargo, es el de siempre y este año aparece subrayado: la volatilidad. O’Connell advierte de que, “si el oro se mueve en una dirección u otra un x%, cabe esperar que la plata se mueva… por 2x% o 2,5x%”, por el menor tamaño del mercado. Edward Meir (Marex) lo sintetizó en otro momento del rally: “La plata está tirando del oro…” y “70 dólares… parece el siguiente objetivo lógico a corto plazo”. Con el volumen típico de fin de año y un posicionamiento más cargado, el margen para correcciones bruscas existe, incluso aunque el cuadro de fondo siga apuntando a un mercado ajustado.