Han pasado 40 años, pero la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana continúa. El VIH ha infectado a 78 millones de personas desde su aparición en 1981, llevándose a casi 40 millones desde entonces en su estado más avanzado; el sida. El contador, por desgracia, sigue y suma. Es la pandemia de la que ya no se habla, la misma que desde su origen tuvo que luchar con otra batalla más allá de la médica, la del estigma social, que hoy todavía perdura.
Según Onusida son 36,9 millones de casos de VIH los que existen en el mundo, cifras que corresponden a personas para las que no existe aún vacuna. Sí hay tratamiento, siendo una enfermedad que gracias a los avances médicos puede vivirse actualmente con normalidad si se detecta a tiempo. Al menos en cuanto a términos de salud se refiere, ya que algunos prejuicios siguen vigentes.
La detección temprana es clave para frenar la enfermedad, contando entonces con una esperanza de vida muy similar a las de las personas no infectadas. Antes el virus era letal, ahora gracias a los tratamientos con antirretrovíricos es una enfermedad crónica en la mayoría de los casos que puede detener su transmisión. Aunque no hay que olvidar que aún mata. Desde la misma organización se ha lanzado un mensaje claro: si los líderes no abordan las desigualdades podría haber hasta 7,7 millones de muertes relacionadas con el sida en los próximos 10 años. Esta concienciación es lo que hará que su diagnóstico pueda ser aún más rápido, una de las claves para frenar su expansión.
Concienciación: ¿cómo se transmite el VIH?
Antes de explicar la transmisión del VIH es aún más necesario aclarar cómo no se transmite. Lo es por los distintos mitos que han existido desde su origen. Hay que conocer que el virus no se transmite por contactos cotidianos. No se puede transmitir por muestras de cariño como son los besos, las caricias, los apretones de mano o los abrazos; tampoco por compartir espacios como baños, duchas, piscinas, colegios u oficinas; por utilizar los mismos objetos o tomar la misma comida o bebida. Tampoco por toser o estornudar. Nunca está de más recordarlo.
Son datos que hay que procurar desmentir teniendo en cuenta el desconocimiento que envuelve al VIH a pesar de sus 40 años de historia. Conocido esto, ya se puede indagar en cómo sí se transmite el virus de inmunodeficiencia humana. Aquí también se debe de romper un cliché, no correspondiendo como se hizo creer a determinados colectivos. No es un virus exclusivo de grupos específicos ya que su transmisión se debe a prácticas de riesgo, estando provocada por fluidos como la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna.
Como se evidencia, para que se produzca la infección, como explica el Ministerio de Sanidad, es necesario que el VIH penetre en el organismo entrando en contacto con la sangre o mucosas. Así se puede transmitir de las siguientes formas.
- Vía sexual: se produce cuando se tienen relaciones sexuales con penetración (anal, vaginal u oral) sin preservartivo, si bien la anal se ha demostrado que es la que conlleva más riesgo.
- Vía sanguínea: cuando se comparten jeringas, agujas u otros materiales de inyección así como cortantes que hayan estado en contacto con sangre de una persona con VIH. Aquí se incluyen también los clásicos instrumentos punzantes o cortantes no esterilizados, que se usan comúnmente para realizar perforaciones en la piel, por lo que siempre hay que recurrir a sitios de confianza y seguros a la hora de hacerse tatuajes, piercing o acupuntura.
- Vía madre/hijo: gracias a los tratamientos antirretrovirales cada vez es menos habitual, pero aún existen posibilidades de que una mujer infectada con VIH pueda transmitir el virus a su hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia.
¿Y es lo mismo que el sida?
La respuesta es no y es importante que se sepa. El sida hace mención al síndrome de inmunodeficiencia adquirida, correspondiente al estado más avanzado de la infección causada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Así una persona con VIH podría no tener nunca sida. Esto también pone de manifiesto un aviso, ya que una persona infectada con VIH podría no tener ningún síntoma al principio. Estos tardan en aparecer entre 8 o 10 años sin tratamiento, pudiendo ser demasiado tarde cuando se detecte y pudiendo desarrollar, por ende, el sida.
Ahí radica la importancia de la detección, siendo fundamental la práctica de las pruebas del VIH en caso de haber estado expuesto a una situación de riesgo. ¿Por qué? Porque si se realiza un diagnóstico precoz se puede aplicar un tratamiento antirretroviral. Si este resulta efectivo y el virus está totalmente suprimido no se transmitiría el VIH a otras personas. El riesgo sería cero. Así se frenaría el número de nuevas infecciones que es la única salida para acabar con la pandemia a expensas de conseguir una vacuna, dificultada por la tasa de mutación tan grande que presenta el virus.
Acabar con el estigma social, la otra lucha del Sida
Otra acción que se necesita implantar con urgencia es la de acabar con el estigma social y la discriminación de las personas que viven con el VIH. Sus prejuicios comenzaron por la desinformación y el pánico que hubo cuando se originó hace cuatro décadas, pero ya se ha recorrido un largo camino donde se han desmentido sus falsos mitos que no tendrían que estar repitiéndose o creyéndose en el período actual.
La serofobia es todavía hoy un problema real y sigue habiendo dificultades para las personas con VIH o sida, siendo otras de las claves para ponerle fin al virus: “Si queremos poner fin al sida para 2030, debemos acabar urgentemente con las desigualdades económicas, sociales, culturales y legales”, reza el comunicado de Onusida para el Día Mundial del Sida, teniendo que servir el 1 de diciembre para reivindicar esta causa.
La discriminación está demostrada que afecta de forma negativa a la calidad de vida de las personas que viven con el VIH. No solo su salud física se ve disminuida, también la mental, sumándose además los problemas que pueden encontrar en su vida cotidiana y que no deberían de seguir produciéndose, como puede ser la búsqueda de empleo. Acabar con la estigmatización es lo que le puede dar acceso a las personas con VIH a vivir una vida plena, donde estar infectada por este virus no suponga un impedimento para su desarrollo personal.
La directora ejecutiva de Onusida, Winnie Byanyima, habla de ello en su mensaje de 2021: “El sida sigue siendo una pandemia, la luz roja continúa parpadeando, y solo podremos salir de ella actuando sin demora para acabar con las desigualdades que avivan dicha pandemia”. El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, le acompaña en sus palabras: “Aún es posible poner fin a la epidemia para 2030. Sin embargo, eso nos exigirá una acción gradual y una mayor solidaridad. Para vencer al sida y crear resiliencia contra las pandemias del mañana, necesitamos más que nunca una acción colectiva”.
El estigma también provoca una baja participación en las campañas de prevención y de detección del VIH, siendo otra de las mayores dificultades que está pasando la pandemia: la pasividad a la hora de conocer el estado serológico, realizándose menos pruebas de las que se deberían. Solamente en España se estima que se producen 3.000 nuevas infecciones al año. Por todas estas razones es necesario seguir celebrando el Día Mundial del Sida, aunque aún más contar con una respuesta política, económica, social y legal que sea efectiva.
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