Que todos los ciudadanos españoles y aquellos afganos que hubieran colaborado con España regresen “lo antes posible”. Así ha definido el ministro del Interior español Fernando Grande - Marlaska el “claro objetivo” del país en lo que se está convirtiendo en una lucha contra el tiempo y el demoledor contexto para una operación de repatriación obligada tras la toma definitiva de los talibanes de Kabul y la declaración del fin de la guerra en Afganistán, un país en ruinas.
“Nuestro compromiso es garantizar la seguridad de todas las personas que colaboraron con España”, aseguraba Marlaska en referencia al personal de la Embajada española allí presente, entre los que se encuentran en estos momentos el Grupo Especial de Operaciones de la Policía Nacional (GEO), además de otros seis ciudadanos residentes en Kabul y el, por ahora, número indeterminado de traductores e intérpretes que han colaborado estrechamente con el país en los más de 19 años de participación española en las dos misiones de la OTAN en territorio afgano, que se ha cobrado la vida de 100 militares y dos traductores.
El aeropuerto de Kabul, sumido en el caos
Este grupo de personas esperaba ya, ayer lunes, en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul los aviones de repatriación española que empezó a preparar el domingo según el plan de Exteriores, que lleva el mando de las operaciones, Interior, Defensa y el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, pero que se han visto obligados a “acelerar” tras la toma definitiva de la capital afgana este lunes, que ha generado olas de desesperación por salir del país repleto de incertidumbre y miedo, generando un tapón en un aeropuerto de ya de por sí con actividad limitada.
Las escenas que han recorrido las portadas de los diarios digitales, los noticieros de radio y los telediarios son elocuentemente dramáticas: más allá de las multitudinarias colas por acceder al número limitado de aviones, los sobrecogedores episodios de ciudadanos cayendo sobre el asfalto del aeródromo a kilómetros de altura tras tratar de agarrarse a las alas de los aviones con tal de salir de su país y el tiroteo mortal entre los talibanes y las fuerzas estadounidenses son la fiel representación de la angustia que respira el país asiático.
España manda dos aviones a Dubái
A pesar de que desde el Ministerio español de Interior se aseguró que la situación en el aeropuerto era “segura”, el Gobierno se vio obligado a cambiar el plan de repatriación de su personal diplomático, conciudadanos y colaboradores, que debía acelerar y que planeaba enviar dos aviones A400 desde la base aérea de Zaragoza hasta Dubái, para iniciar la primera fase del proceso ante la imposibilidad de que aterrizaran aviones.
De hecho, incluso personal diplomático estadounidense y turco conversaron con los talibanes para despejar la pista y no estorbar en las distintas repatriaciones nacionales.
Después de que las fuerzas militares estadounidenses se hicieran con el control del aeropuerto y el tráfico aéreo, interrumpiendo los vuelos comerciales y reorganizando los vuelos civiles, la situación mejoró tan drásticamente en el transcurso de este lunes, que el primer avión de los dos españoles despegó por la noche rumbo a Dubái.
El segundo de los aviones de transporte militar Airbus con capacidad para un centenar de personas ha partido a primera hora de la mañana de este martes, por lo que la operación ya está en su plenitud. Marlaska, paralelamente, ha asegurado que se “fletarán los aviones que sean necesarios” para completar el proceso de repatriación, en el que España también ha ofrecido ayuda a la OTAN y la UE.
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