
Si te dijeran que tienes que cerrar tu nuevo bar, el proyecto más ilusionante de toda tu vida, nada más abrirlo, ¿qué pensarías?, ¿te echarías a llorar no? Pues esto es lo que le ha ocurrido a una mujer francesa que no puede abrir su nuevo restaurante en la localidad de Garancières, en Yvelines, al norte de Francia. Y todo por un problema con los sanitarios, después de haber invertido ya más de 100.000 euros entre ahorros suyos y dinero de sus familiares que querían ayudarla.
Christelle Delmas es una mujer de 40 años que hizo realidad su sueño: lanzar su propio negocio, un bar conceptual con un espacio reservado para niños y otro para padres. Para ello tuvo que cambiar la idea tradicional de restaurantes que la mayoría tienen en la cabeza. No solo eso, sino que para el proyecto invirtió más de 100.000 euros , procedentes de fondos propios y de familiares que quisieron ayudarla. Y todo para nada, porque ahora se encuentra llorando en su local, que está totalmente vacío, por la desesperación de no poder abrirlo.
El bar, llamado ‘La Family’ debía abrir sus puertas en marzo pasado, justo al otro lado de la calle de la estación de tren de Garancières, en Yvelines. Hasta mandó invitaciones para su inauguración oficial. Este era un antiguo restaurante que la protagonista decidió remodelar al completo y cuando parecía que lo tenía todo listo, la Administración le dijo que no, que el lugar no tenía las adaptaciones suficientes.
Un problema tras otro
El primer problema que le plantearon las autoridades competentes fue el tema de la salida de emergencia. No importa, Christelle creó un sistema de salida de emergencias en el que tuvo que invertir 2.600 euros más. Ya debemos aprovechar las reservas.
Para obtener el permiso de apertura, el encargado de verificar todo para la Administración elabora un expediente bastante extenso. Cuando parecía que ya estaba todo correcto acorde a las exigencias del funcionario, se entera de que la Administración la va a rechazar. Ahora el nuevo problema son los baños del sótano, que no están adaptados para personas discapacitadas.
“20.000 euros que no tengo”
La reconfiguración del lugar para cumplir con esta última exigencia le obliga a cambiarlo todo de sitio. El espacio fotográfico para padres e hijos tiene que despedirse. Cuando el arrendador de Christelle se enteró de la situación, se lo dejó bien claro: no pensaba mover un dedo. Aunque, eso sí, le dijo que “sin duda era posible solicitar una exención”.
“¿Para qué?”, se preguntó ella. Porque los costes de las nuevas modificaciones ya no eran poca cosa: “Me costará 20.000 euros que no tengo.”
Con este panorama desolador, Christelle se enfrenta ahora a una decisión muy importante, en lo económico sobre todo: contratar o no a un arquitecto que la ayude a terminar de una vez por todas el proyecto.
Hasta el momento, había hecho bocetos a mano sobre papel milimetrado, pero la Dirección Departamental de Territorios los rechazó totalmente. No valían para nada.
Parecía que por fin en abril ya estaría todo listo. Para entonces, preparó también un plan de negocios a dos años, pensado para reforzar su solicitud de exención. “Es raro tenerlo, pero es posible”, comenta. Su compromiso con el proyecto es firme, pero también realista: haría las obras solo cuando consiguiera los recursos. Sin embargo, en mayo llegó el golpe definitivo: su exención fue denegada. La conclusión es desgarradora. “Me estoy declarando en bancarrota antes de empezar”, dijo con desesperación.
“No puedo pagar el mes de junio”
Con lágrimas en los ojos, admite lo que parece impensable después de tanto trabajo y dinero invertidos: “No puedo pagar la renta de junio”. La situación la está desbordando. “Esta situación me está volviendo loco... Ya no puedo dormir.” Reconoce que se culpa a sí misma. “En cierto modo, fui ingenuo. Pero nadie me ayudó, nadie me dijo nada cuando estaba montando mi proyecto.”
Pese a todo, aún le queda una esperanza: conseguir uno o varios apoyos de último momento. “Porque está fuera de cuestión abrir sin autorización. No voy a imponerme ninguna sanción económica.”
¿Un rayo de esperanza?
En el corazón de Yvelines, Christelle encontró 220 m² de felicidad dedicados a padres y niños pequeños. Un lugar pensado con cariño, ahora en pausa.
Pero el 21 de mayo, en la Cámara de Comercio e Industria, apareció una luz entre las sombras: descubrió la existencia de una subvención del 50% para obras de modernización.
“Es perfecto para mí. Pero nadie me lo ha mencionado desde que empecé mi investigación. Sinceramente, estoy furioso.” Esa información, señala, era clave. “Es el tipo de ayuda que podría haber cambiado por completo el resultado de mi caso... Si lo hubiera sabido a tiempo.”
Para terminar, Christelle deja su denuncia particular ante la situación que ha vivido : «Me indigna que no exista un servicio de conexión entre los actores públicos. ¿Cómo podemos permitir que líderes de proyectos como yo avancemos solos en semejante opacidad, a pesar de que defendemos el emprendimiento local todo el año? Y todo esto por unos simples baños. Por una simple exención.»